sábado, 30 de mayo de 2015

Hospital D.M.A.



Octubre 2014


Nunca me han gustado los hospitales, estar allí indicaba que algo no iba bien. Prefería no pisarlos al no ser que fuera extintamente necesario.

La historia que hoy escribo trata sobre los días que estuve ingresado en un extraño hospital.

Es el momento de coger una vela y, con el siniestro contoneo de su llama, dejarte guiar por esta historia aterradora.

Abrí los ojos poco a poco y con dificultad. Estaba completamente aturdido. Cuando más o menos me espabilé, empecé a recordar.

Había estado investigando junto a Manuel un extraño edificio. Él estaba en el primer piso y yo me encontraba en el segundo.

Recordaba haber estado persiguiendo a un hombre que aparecía y desaparecía en cuanto me descuidaba.

Tras no dar con él, decidí bajarme pero… algo me empujó. Recuerdo unas manos golpeando mi espalda. A partir de ahí, solo oscuridad.

- Por fin despiertas [Dijo una voz femenina].

- ¿Dónde estoy?

- Estás en el hospital. Tuviste un accidente. Caíste escaleras abajo ¿No recuerdas nada?

- Si, pero no caí… me empujaron…

- Allí solo estabais tu amigo y tú ¿Crees que ha sido él?

- Él no ha sido. Fue…

Por un instante pensé en decir que había sido un fantasma, pero preferí no hacerlo. No quería que me tacharan de loco.

- Tengo que avisar a mi familia, estarán preocupados.

- No te preocupes, ya los hemos avisado. Ahora tienes que descansar.

Miré a mí alrededor y observé la habitación. Todo estaba sucio. Todo lo que estaba hecho de metal estaba oxidado.

Las paredes estaban adornadas con grandes lamparones negros y grandes manchas de humedad.

¿Dónde me habían metido?

Lo que más me preocupaba era la soledad. ¿No había nadie más ingresado? Tenía que haber alguien más.

Aproveché la ausencia de la doctora para intentar levantarme e inspeccionar un poco más el hospital.

Todo estaba muy tranquilo y he de admitir que no me gustaba tanto silencio. Algo en mi interior me hacía desconfiar.

Ayudado con unas muletas del cuarto, comencé a vagar lentamente por lo largos y agobiantes pasillos.

A un lado, había una camilla. Una sabana blanca llena de lamparones cubría lo que parecía ser una forma humana.

Cuando me acerqué, esta empezó a moverse, por eso, con temor pero firme, quité la sabana.

No podía creerlo, era Manuel.

Se encontraba atado en la camilla con tres correas.

- ¿Qué te ha ocurrido? ¿Quién te ha atado? [Pregunté preocupado].

- Aguanta, Pedro. [Dijo acogiéndome la mano].

- Te dije que te quedaras en la cama descansando. [Dijo la doctora con una voz siniestra].

- ¿Por qué has atado a mi amigo?

- Relájese… ahí no hay nadie…

Cuando me giré, vi la camilla apoyada en la pared, con sabanas limpias y, lo más importante, vacía…

La enfermera me llevó a mi habitación y tras tumbarme en la cama, me quedé dormido.

- No puedes quedarte aquí, huye. [Dijo Manuel].

Me desperté sobresaltado. ¿Había sido un aviso?

Me levanté de la cama  y me dispuse a salir de allí otra vez.

Esta vez el pasillo estaba más oscuro, apenas podía ver nada, así que iba palpando la pared para guiarme.

- Otra vez levantado. Estás empezando a acabar con mi paciencia… [Dijo la enfermera al final del pasillo].

Huí como pude y me escondí. La enfermera pasó sin percatarse, así que tuve algo de ventaja para huir.

A lo lejos divisé una silueta.

- Vamos Pedro.
No había duda, era la voz de Manuel.

Tras perseguirlo por fin llegamos a la puerta principal. Abrí esta lo más rápido que pude y lo que vi me dejó perplejo.

Seguía en el hospital. Ponía que era la salida, pero seguía estando dentro.

- Nunca podrás salir de aquí…

- ¿Qué está pasando?

- Pues es sencillo de explicar. Eres demasiado curioso. ¿Nunca has oído la frase “La curiosidad mató al gato? Pues te puedes hacer una idea…

La enfermera me agarró el brazo con una fuerza casi sobrehumana, mientras que en la otra mano llevaba una jeringuilla.

- Esto hará que te relajes…

- ¡Vamos, no nos dejes ahora! [Dijo una voz de hombre].

Me incorporé sobresaltado.

- ¡Pedro! Menos mal que estás bien.

- ¿Manu? ¿Qué ha pasado?

- Te has caído por las escaleras y has perdido el conocimiento, este medico ha venido para llevarte al hospital.  

Con esto se encontraba María, mi pareja. Estaba completamente asustada.

Con la ayuda de los enfermeros, subí a la ambulancia, no sin antes echarle un último vistazo al edificio.

Fue ahí cuando recordé  bien el edificio que estábamos investigando.
                                                                                                         
Ahí estaba, apoyada en la pared y mirándome fijamente. Como odié a esa dichosa enfermera…

- Algún día volveremos a vernos, Pedro. Ha sido un placer ser tu enfermera, aunque espero que la próxima vez hagas todo lo que te diga.

No hay comentarios:

Publicar un comentario