sábado, 9 de mayo de 2015

Cerveza y misterio


Diciembre 2015


Como ya se habrá percatado, querido lector, soy un fanático de la cerveza. Me gustaba disfrutarla mientras escribía y, sobre todo, cuando me juntaba con amigos.

Nuestro punto de encuentro era Cervemur, una cervecería que quedaba muy cerca de mi casa. Un paraíso de la cerveza con más de mil quinientos tipos de cerveza para los paladares más selectos.  

Es el momento de coger una vela y, con el siniestro contoneo de su llama, dejarte guiar por esta historia aterradora.

Estaba esperando a mi amigo Manuel en la terraza. Unos días atrás habíamos estado investigando sucesos paranormales en una casa y queríamos comentar lo que habíamos descubierto en las grabaciones.

Este hizo aparición entre el gentío y se sentó frente a mí.

- Hola, Pedro ¿Cómo estás? [Preguntó estrechándome la mano].

- Bien, no me quejo, la verdad ¿Y tú?

- Muy bien, deseando enseñarte lo que he encontrado, pero antes pedimos algo ¿No?

- Tienes razón, voy a pedir.

Cuando me iba a levantar, el camarero hizo aparición.

- Hola Pedro. Me han traído una nueva cerveza. [Dijo dejando la botella en la mesa]. Es una botella de edición limitada.

- Tiene muy buena pinta.

- Pues a disfrutarla se ha dicho.  [Dijo dejando dos vasos]. Que aproveche.

- Muchas gracias, “Maqui”.

Abrió la botella y comenzó a servirla.

Era una cerveza de trigo, turbia, de color anaranjado. La botella era negra con el nombre en rojo “Sangre de demonio”.

Vi que en la parte de atrás había un pequeño texto en letra pequeña.

“Advertencia: Con un vaso podrás ver un universo extraño, con dos, podrás visitar el mismísimo infierno, pero con tres…  nadie volverá a saber nada de ti ¿Te atreves a intentarlo?”.  

No pude evitar reírme ante aquel texto junto a Manuel.

Comenzamos a ver las fotos y a charlar mientras la cerveza iba haciendo efecto de manera veloz.

Comencé a marearme y todo se volvió negro.

Cuando recobré la conciencia vi a Manuel inconsciente con la cabeza apoyada en la mesa.

Lo desperté y miré a mi alrededor. Seguíamos en Cervemur, pero, las luces se encontraban apagadas y no parecía haber nadie.

- Esto no me gusta, Manuel. Será mejor que nos vayamos.

Nos levantamos y llegamos a la puerta, pero esta se encontraba completamente cerrada. Lo que más me llamó la atención fue que estaba oxidada.

A través de los barrotes vi a alguien pasar, así que grité para llamar su atención. Tras oírme se fue acercando y una vez que lo vi, me quedé helado.

Tenía unos ojos tan negros como los de un tiburón blanco. Su cara era similar a la de un hombre lobo, con orejas puntiagudas. Recuerdo como sonreía, con su boca enorme adornada con unos dientes afilados. De su cabeza salían unos afilados cuernos blancos con el pico negro. 

- ¿Ya os queréis marchar? Si acabáis de llegar…

Asustados, corrimos al interior del bar.

Esperaba, inútilmente, encontrar a alguien que pudiera ayudarnos o, por lo menos, explicarnos lo que estaba sucediendo.

Era extraño. Todo estaba sucio y estropeado. Parecía que llevaba años abandonado.

- Tengo que estar soñando… [Dijo Manuel llevándose las manos a la cabeza]. Nos hemos emborrachado y nos hemos quedado dormidos... Es eso, solo eso.

- ¡RELAJATE! [Grité abofeteándolo]. Esto no es un sueño. No se si te has percatado, pero puedes leer los carteles perfectamente. Leer en un sueño es imposible.

Cogió uno de los carteles que había en el suelo y, tras examinarlo, lo tiró y se llevó las manos a la cara.

-  Entonces… estamos atrapados de verdad en Cervemur… Pero… mira como está todo. Parece que lleva años abandonado. ¿Y qué era esa cosa que nos ha hablado en la puerta?

- Me gustaría responderte a todo, pero estoy igual que tú. Solo se que tenemos que salir de aquí antes de que esa cosa nos alcance.

- ¿Hablando de mi? [Dijo el ser apoyado en el marco de la puerta]. Eso es de mala educación.

- ¿Qué demonios eres y que quieres de nosotros? [Pregunté aterrado].

- En tu propia pregunta está la respuesta… En cuanto a qué quiero… quiero vuestra alma. Vagareis eternamente.

- Insinúas que estamos…  

- Muertos [Dijo terminado la frase de Manuel]. No debisteis haber tomado esa cerveza ¿No leísteis la advertencia que lleva en la parte de atrás?

En ese momento recordé la advertencia de los vasos. No podía creer que fuera verdad.

- ¿Qué va a pasar con nosotros ahora? [Preguntó Manuel].

- Que vendréis conmigo… [Dijo sacando un largo y afilado tridente].

Salimos corriendo mientras oíamos como ese ser reía de una manera muy macabra.

Habíamos vuelto al principio. La puerta seguía cerrada y era imposible abrirla. Ese ser se acercaba cada vez más a nosotros con paso firme.

Por mucho que corríamos sentíamos su respiración cerca. Estábamos acorralados, sin salida alguna, sin esperanzas.

Como ya no teníamos nada que perder, decidimos plantarle cara.

Comenzamos a golpearlo con todo lo que íbamos encontrando. Sillas, tablones, botellas… todo impactaba contra ese ser sin hacerle prácticamente nada, salvo romperle uno de sus cuernos. Esto lo hizo enfurecer mucho más.

Cuando me disponía a huir, noté un dolor intenso en mi torso acompañado de un fuerte ardor.

Cuando miré mi estomago vi que de el salían tres pinchos. No había ninguna duda, ese ser me había cazado…

Sentía que me iba apagando poco a poco. Mis piernas y mis brazos no respondían y la vista se me nublaba,

De pronto oí un desgarrador rugido y caí al suelo.

Me giré como pude y entonces pude ver bien lo que estaba ocurriendo.

Manuel sujetaba el cuerno con las dos manos y lo proyectaba una y otra vez contra ese ser sin dudar. Podía ver la ira reflejada en su rostro.

El tridente que atravesaba mi cuerpo comenzó a evaporarse a la vez que el cuerpo del demonio.

Todo se fue volviendo más y más borroso hasta que todo quedó negro.

Cuando recobré el conocimiento, me encontraba sentado en la mesa de la terraza de Cervemur. Todo volvía a estar como antes.

Recuerdo la cara de Manuel, era una mezcla de alivio y duda.

Lo más impactante fue que Manuel, mirándome con cara de asombro, puso el cuerno encima de la mesa. Todo había sido real…

- Veo que os ha gustado, aun me queda una ¿La queréis? [Dijo el camarero].

Manuel y yo nos quedamos unos instantes mirándonos.

- Creo que mejor tomaré una Vitus…

Ese cuerno lo guardé y lo sigo utilizando como recipiente para la cerveza cada vez que salgo. Había sido mi salida del infierno y no sabía cuando podría volver a necesitarlo.

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