sábado, 14 de marzo de 2015

Soledad


Septiembre 2015

Esta es una historia que, sinceramente, odio recordar. Una etapa oscura, en la que me sentía completamente vacío.

Fue en el 2015, a mis 23 años. 



Es el momento de coger una vela y, con el siniestro contoneo de su llama, dejarte guiar por esta historia aterradora.

Me veía sumido en una rutina permanente. Gimnasio, clase, casa. Los fines de semana que conseguí desconectar de aquello podría contarlos con los dedos de una mano.

Mis amigos, habían ido desapareciendo poco a poco. Había estado padeciendo ataques de ansiedad y apenas salía, por lo que casi no los veía.

Me encontraba sentado frente al ordenador, intentando escribir  una nueva historia. Aún no era un famoso escritor, tan solo escribía historias para subirlas a mi blog. 

No paraba de enviar mensajes a mis amigos, a ver si se animaba alguno a salir. Llevaba demasiado tiempo encerrado en casa. Unos no podían y otros ni contestaron.

Me abrí una cerveza mientras escribía e intentaba, nuevamente sin éxito, localizar a algún amigo para tomar algo.

Frustrado al ver que no conseguía escribir nada decente y que iba a pasar otro día encerrado en casa sin tener a nadir con quien salir, empecé a refugiarme en la bebida.

Ahí estaba yo, a oscuras, iluminado tan solo por la pantalla del ordenador y conversando continuamente con el fondo de mi vaso.

A cada trago comenzaba a desentenderme de la realidad. Comenzaba a olvidarme de todos mis problemas y a relajarme, hasta que alguien llamó a mi puerta. Esta se abrió pero no entró nadie.

- ¿Quién hay ahí? [Pregunté asustado al recordar que esa noche estaba solo en casa].

No obtuve respuesta alguna, tan solo vi una pequeña sombra que seguí, hasta que lo vi. Entre lo que había bebido y que las luces estaban apagadas, tan solo podía ver una sombra distorsionada.  

Intenté encenderlas, pero fue inútil.

Estaba inmóvil, frente a mí, sin decir absolutamente nada. Cada vez que intentaba tocarla, mi mano la atravesaba.

- Así que bebiendo para olvidar. [Dijo con una voz muy familiar].

- Puede ser, pero no es asunto tuyo. [Balbuceé atontado por el alcohol].

- ¿Intentas olvidar que no tienes amigos?

- Si los tengo, solo que hoy no pueden quedar

- Te engañas a ti mismo. El fin de semana pasado lo mismo, y el anterior. No seas ingenuo. No tienes a nadie, estás solo.

- Cállate… No tienes ni idea. [Dije volviendo a mi cuarto].

- ¿Y qué estas escribiendo? ¿Es una nueva historia para tu blog? [Preguntó a lo lejos con cierto tono de burla]. Es una pérdida de tiempo, sabes que lo que tú escribes no le importa a nadie.

- ¡CALLATE!

Intentaba ignorarlo, pero era inútil. Podía verlo por el rabillo del ojo, moviéndose de un lado a otro, intentando llamar mi atención.

El caso es que, pese a que no quería escucharlo, lo hice y me di cuenta de que no estaba equivocado del todo.

Era cierto que mis amigos estaban muy distantes y que, por mucho que intentaba promocionar mis relatos, nadie le prestaba atención a mi blog.

Me levanté de mi silla y volví a donde estaba ese extraño ser, estaba decidido a plantarle cara.

- No se quien eres, ni quiero saberlo, solo quiero que te marches de mi casa.

- Eres tú el que me ha traído aquí…

- Se acabó, marchare de mi casa de una vez

- Espera, tengo algo que puede interesarte

- ¿De qué se trata?

- Quieres ser recordado ¿No? Pues tengo la solución. [Dijo sacando unas tijeras]. Todo el mundo sabe que solo recuerdan a uno cuando ya está muerto. Es curioso ver que solo valoran las obras de alguien una vez que ha fallecido.

- Suelta eso, no hagas ninguna locura.

Se abalanzó sobre mí con las tijeras y comenzamos a forcejear.

Agarró fuerte mi brazo derecho y lo apoyó sobre el lavabo.  Apoyó las tijeras suavemente sobre mi muñeca, sabía que en cualquier momento lo haría.

Un fogonazo de luz iluminó el lugar. No podía creer lo que estaba viendo.

Me encontraba de pie, en el baño. Mi brazo derecho apoyado en el lavabo y mi brazo izquierdo, con tijera en mano, calculando el corte. Frente a mi, el espejo…

Tras guardar las tijeras, me detuve un instante a ver mi reflejo en este, y fue ahí cuando comprendí que, en la más absoluta soledad, tú eres tu propio enemigo…


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