Febrero 2013
¿Quién no se ha preguntado alguna vez qué es lo que hay
después de la muerte? Otra forma de vida… oscuridad… silencio…
Por desgracia es algo que solo se sabe al final del camino.
Yo, personalmente, prefiero creer que hay algo más y que la vida después de la
vida es posible.
Es el momento de coger una vela y, con el siniestro contoneo
de su llama, dejarte guiar por esta historia aterradora.
Todo comenzó un domingo por la noche. Me encontraba viendo
Cuarto Milenio. En el programa de ese día estaban hablando sobre la ouija y sus
consecuencias.
Creo que a todos nos ha picado la curiosidad y hemos querido
conocer ese extraño artilugio capaz, según algunos, de comunicarnos con el más
allá.
Mi amigo Manuel, que se encontraba viendo también el
programa en su casa, comenzó a hablar conmigo por whatsapp.
- Estás viendo el programa ¿verdad, Pedro?
- Por supuesto.
Está muy interesante.
- A mí siempre me ha picado la curiosidad. Creo
que deberíamos hacerla un día.
- Ya le he hecho
varias veces y es muy peligroso. Si la hacemos tiene que ser con gente seria.
- Eso no lo dudes.
- Pues esta
semana lo vamos organizando para el fin de semana que viene.
- Perfecto. Hasta mañana, pedro.
-
Hasta mañana.
Estuvimos hablando todas las tardes hasta que, por fin, ese
viernes ya estaba todo preparado.
Nos habíamos juntado cuatro; Manuel Paredes, gran amigo de
clase, Antonio Hernández y Jesús Díaz, amigos de Manuel que no conocía de nada
y yo.
Por miedo, nadie quería hacerla en su casa, por lo que
decidimos colarnos en una casa abandonada.
Entramos en completo silencio y fuimos inspeccionando las
habitaciones para ver que no había nadie.
Una tenía la ventana hacia la puerta principal, por lo que
la elegimos para vigilar por si venía la policía.
- Nada de risas [Dije serio]. Las normas son las siguientes.
El dedo no se levanta del vaso hasta que el espíritu lo diga, las preguntas se harán
por turnos y de manera educada ¿Alguna duda?
Los tres negaron con la cabeza.
Nos sentamos en círculo, en el suelo, y pusimos el tablero
en el centro. Colocamos el vaso y, sobre este, nuestros dedo índice.
- ¿Hay alguien ahí? [Pregunté seriamente].
Tras esta pregunta, comencé a notar el cristal caliente y fue
directo al si.
- Habéis sido vosotros. [Dijo Antonio].
- Se ha notado mucho [Dijo Jesús entre risas].
-Si vais a empezar así mejor lo dejamos [Contesté cabreado].
Ambos se callaron al instante.
- Antes de seguir, si te es molesta la presencia de alguno
de nosotros, por favor, dínoslo y se marchará.
En ese momento, el vaso volvió a moverse.
- M… a… n… u… e… l… y…P… e… d… r… o… Manuel, tenemos que abandonar la sesión y
dejarlos a ellos. [Dije levantándome de la mesa].
Salimos a la calle y nos quedamos asomados a la ventana,
protegida con barrotes, viendo a Antonio y Jesús.
La puerta de la habitación se cerró de manera repentina, sobresaltándonos
y comenzando así lo peor.
Gritaron y se levantaron rápidamente para intentar escapar, sin éxito.
El tablero comenzó a elevarse y salió proyectado contra la
pared. Fuera lo que fuera, no estaba contento.
Antonio, comenzó a levitar como si alguien le enganchara del
cuello y lo deslizaba por la pared.
Jesús comenzó a golpear la puerta para intentar salir, pero
no surgía ningún efecto, por lo que se acercó hasta la ventana para pedirnos
ayuda.
Intentamos volver a
entrar, pero era impasible. No había forma posible.
De pronto, una luz que provenía del interior de la casa, nos
cegó completamente.
Cuando se apagó y pudimos ver mejor, como si de un castillo
de naipes se tratara, la casa se derrumbó.
Ambos nos quedamos petrificados, pero, más aún, cuando
descubrimos entre el escombro el tablero de ouija y, al darle la vuelta,
comprobamos que llevaba escrita una frase que nunca olvidaré.
“Esto no es un juego”
Madre mía Pedro jajajaja. Me ha dejado loquísima jajaja. Seguiré leyendo tus historias tan interesantes.
ResponderEliminarMe alegra mucho que te guste, Gemma. Espero que disfrutes con las historias que aquí narro. Un fuerte abrazo.
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