Enero 2014
Querido lector, si pensaba que mi
aventura extraña en el instituto había sido la única y que no volví a asistir,
me temo que se equivoca.
Puede creer que estoy loco, pero
simplemente es que no quiero dejarme avasallar por fuerzas del más allá.
Esta aventura la viví junto a mi
querida amiga Ana M. S.
Ambos éramos alumnos del
instituto Floridablanca de Murcia, pero ella asistía por las mañanas y yo por
las tardes.
Es el momento de coger una vela y, con el siniestro contoneo
de su llama, dejarte guiar por esta historia aterradora.
Un día me tocó llevar unos
papeles al centro y lo hice sobre las once de la mañana, por lo que pude
encontrarme con ella.
- ¡Que sorpresa! ¿Qué tal, Pedro?
[Dijo abrazándome fuerte].
- Genial, Ana. He venido a
solucionar unas cosas y ya que estoy por aquí, tengo una excusa para verte, que
ya te echaba de menos.
- Tú siempre sabes como sacarme
los colores… Sabes que te pueden detener por coquetear con una menor ¿No?
[Preguntó sonriendo].
- Lo se… [Dije posando levemente
mis labios en su frente]. Me gustan los retos.
Nos fuimos del hall y subimos
para buscar a María estar un rato con ella.
Nos encontramos con ella y con
Claudia, compañera de Ana, en el segundo piso y decidimos quedarnos un rato a
charlar con ella.
Mientras hablábamos, se escuchaba
de fondo un extraño sonido. Era como si alguien estuviera dando con un
bolígrafo en la mesa.
Cuando la campana sonó, indicando
el fin del recreo, salimos de la clase, ocurrió algo extraño.
Se empezó a escuchar el sonido de
una silla arrastrándose y, al instante, se encendió el proyector.
Los cuatro nos quedamos mirando
fijamente, atónitos, cómo la luz se veía interrumpida por una silueta humana.
Esa figura se quedó ahí, hasta que se movió y desapareció
entre nuestros ojos, apagándose el proyector después.
Nunca olvidaré la cara que se nos quedó ante aquél espectáculo
y cómo Claudia comenzó a llorar.
Hicimos como si no hubiera pasado nada, despedimos de María
y bajamos a la entrada.
- Nos veremos en otro momento Ana. Espero que se te pasen
pronto las tres clases que te quedan y que podamos vernos pronto. [Dije
riendo].
- Eso espero. [Dijo abrazándome intensamente].
Fui por fin a dejar los papeles y, cuando me iba a marchar a
casa, oí un grito fuerte al final de uno de los pasillos.
Inevitablemente, me asomé y vi a unas cuantas chicas en la
puerta del baño mirando extrañadas.
Salió Ana, con el rostro pálido y descompuesto por lo que
acudí en su ayuda.
- Ana ¿Qué te ocurre? ¿Estás bien? [Dije separándola de
todas las miradas curiosas].
Cuando miré a la gente de la puerta, descubrí que nos
miraban fijamente, para cotillear, por lo que me alejé aún más.
- Me ha ocurrido algo muy extraño… En uno de los baños hay
un cartel que pone averiado y se encuentra completamente cerrado. Me he metido
en el de al lado y, al salir, he oído como tiraban de la cadena. La puerta del
baño averiado se ha abierto y el papel higiénico ha salido disparado… [Terminó
diciendo temblorosa].
Debido a mi excesiva
curiosidad, decidí entrar, cuando la gente se dispersó para volver a clase.
Ana intentó evitar que entrara, pero fue inútil, por lo que
acabamos entrando los dos. En ese momento, la puerta se cerró de golpe.
La puerta con el cartel de averiado se abrió lentamente y
fui directo a cerrarla, pero era inútil.
Cuando me fijé bien, descubrí, con un nudo en la garganta,
que había una mano entra la puerta y el marco.
Automáticamente, la solté y me fui hacia atrás junto a Ana
temiéndome lo peor.
Al abrirse del todo, descubrimos que se trataba de Claudia,
por lo que respiramos aliviados, pero la tranquilidad duró poco.
Se escuchó que llamaban a la puerta.
- Ana ¿Estás ahí? ¿Por qué está la puerta cerrada? Ábreme,
soy yo, Claudia. Dijo tras la puerta.
La sangre se me heló y un sudor frió recorrió mi espalda.
Ese ser había tomado la forma de Claudia para engañarnos.
Sus ojos se volvieron negros y su piel se palideció de forma
atroz.
Agarré la mano de Ana con fuerza e hice que fijara su vista
en mí, mientras ese ser se iba acercando a nosotros.
- Ana, escúchame. Todo va a salir bien. [Dije posando mis
labios sobre los suyos]. Todo va a salir bien…
En ese momento, se oyó un tremendo golpe y vimos como
entraban rápidamente María y la autentica Claudia al baño.
Sin pensárnoslo dos veces, salimos corriendo hacia fuera.
Ana y yo nos miramos con gesto de pánico que, poco a poco,
se fue transformando en sonrisa.
- Parece que tenías razón.
- Te lo dije, Ana. Se llama intuición masculina. [Dije
riendo].
- Por cierto… Lo que ha pasado ahí dentro… Que no salga de
aquí…
- No te preocupes. Soy una tumba [Dije besando su mejilla
sonrojada].
Durante todo el curso, tanto Ana como yo, no pudimos ir al
baños solos, por miedo a lo que pudiéramos encontrarnos.
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