Agosto 2011
¿Quién no recuerda los días de verano? El mar, los amigos, los amores...
Es el momento de coger una vela y, con el siniestro contoneo
de su llama, dejarte guiar por esta historia aterradora.
Era una noche calurosa de verano. Estaba demasiado aburrido
en casa, a si que decidí llamar a unos amigos de la zona.
Quedamos en ir la playa para bañarnos y, pese a que no me
hacía mucha ilusión meterme en el agua de noche, debido a que no ves lo que hay
a tu alrededor, tuve que acceder porque no había un plan mejor y porque quería
ver a Paula.
El grupo lo formábamos cuatro personas; Paula B. Lajarín, chica con la que tuve un romance aquél
verano; Claudia G. Martínez, la mejor amiga de Paula; Antonio C. Guzmán Amigo insoportable de ambas; y yo, pero creo que,
a estas alturas, no necesito presentación.
- Buenas noches. [Dije a los tres]. ¿Qué tal estáis?
- Genial. [Dijo Claudia].
- Y ahora mucho mejor. [Dijo Paula en voz baja].
Todos la miraron sorprendidos por le comentario y esta
agachó la cabeza sonrojada. Ninguno sabía lo que ocurría entre los dos.
Tras llegar a la playa, posamos las toallas en el suelo, nos
sentamos y comenzamos a charlar.
Como toda conversación entre personas, el tema iba cambiando
de forma constante.
No se su fue por la oscuridad, el silencio o el simple
aburrimiento, pero acabamos hablando de fantasmas.
Era un tema que principalmente me interesaba mucho, pero
solo lo hablaba con ciertas personas, ya que enseguida tachan a uno de loco.
Antonio, sacó el móvil y nos mostró una supuesta foto real
de un espíritu en la misma playa en la que estábamos. De pronto comenzó a
reírse de nosotros y nos confesó que la había trucado el.
Eso era algo que yo no aguantaba, pero preferí ignorarlo y
me fui a pasear por la orilla con Paula.
- ¿Aún no le has contado a tus amigos que estamos juntos?
[Pregunté].
- No he podido Pedro. [Respondió triste]. Claudia lo
acabaría contando por ahí y Antonio está enamorado de mí…
- ¿Y no crees que el hecho de que estemos paseando por aquí
solos les va a hacer sospechar?
- Creo que tienes razón. Mejor será que volvamos.
Cuando estábamos llegando hasta ellos, volví a acordarme de
de la broma de Antonio y preferí irme al agua.
Esto fue algo que lamentaré toda mi vida.
Empecé a notar pequeñas corrientes de agua helada a mí
alrededor. Estiré brazo justo donde notaba la corriente y tras unos instantes
note como algo chocaba con mi mano. Comencé a palpar el objeto mientras el
corazón me iba latiendo con más fuerza. Tras unos instantes supe perfectamente
lo que era. Se trataba de una mano humana.
Me dispuse a apartarme rápidamente, pero se cerró con fuerza
y comenzó a tirar de mí. Mis amigos acudieron al ver como me iba hundiendo e
intentaron sacarme amarrándome de la otra.
Noté como mi mano se resbalo entre las de mis amigos y me
hundí rápidamente.
Abrí los ojos y contemplé, de manera borrosa debido al agua salada, lo que parecía ser una
mujer con los ojos amarillos y muy brillantes.
Me miraba intrigada, como si quisiera reconocer milímetro a
milímetro mi rostro.
El oxigeno me faltaba y los ojos, poco a poco, se me
cerraban. No me quedó otra más que aceptar mi final, así que dejé de oponer
resistencia.
Rápidamente me soltó y pude salir lo más rápido que pude
hasta la orilla donde estaban Laura y Paula, que intentaban que saliera rápido
de allí y así lo hice. Salimos corriendo hacia la calle, pero a mitad me paré
al percatarme que Antonio no estaba, por lo que me giré y miré de nuevo al
agua.
Se encontraba en la orilla, con el agua por los tobillos,
mientras me miraba fijamente. Sus ojos se tornaron de un color amarillo muy
brillante, como los de la mujer del agua. En ese momento me dijo algo que me
hizo comprenderlo todo.
“Jamás te burles de los espíritus. Pese a que creas que estás
solo, siempre estamos acechando”.
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