sábado, 5 de julio de 2014

No hay final para el misterio


Noviembre 2015


- Bienvenidos, bienvenidas, esto es la frecuencia fantasma…

En ese momento comenzó a sonar la música que indicaba el inicio del programa de radio.

No podía creer que esa sería la última vez que escuchara esa sintonía tras treinta episodios, contando este último.

Su presentador, mi gran amigo Salva, había decidido poner fin al programa tras la mala experiencia en mi casa de la playa.

La historia que aquí relato trata de mi hospedaje con él y nuestro amigo Manuel Paredes.

Queríamos hacer un viaje largo para disfrutar de la vida y olvidar, por un tiempo, todo lo referente a la parapsicología

Es el momento de coger una vela y, con el siniestro contoneo de su llama, dejarte guiar por esta historia aterradora.

Era una noche fría y lluviosa. Nos encontrábamos circulando por la carretera que se encontraba totalmente desierta.

- Mira Pedro, ese es el hotel. [Dijo Salva].

- A si es, Hotel San Francisco. [Dijo Manuel].

- Pues si, vamos a ver si hemos hecho bien en reservar aquí. [Dije esbozando una sonrisa]. 

Tras echarnos unas risas recordando antiguos hoteles en los que nos habíamos hospedado y que dejaban mucho que desear, salimos del coche para refugiarnos rápidamente en el hotel.

El botones, equipado con un gran paraguas, portó nuestras maletas hasta el interior.

-  Ahí enfrente tienen el mostrador, vaya ha avisar al dueño. Su nombre es Luis. Si necesitan algo no duden en pedírmelo. Buenas noches.

- De acuerdo, eso haremos. [Respondí]. Muchas gracias.
                                                                                                                      
Fuimos al mostrador para avisar al dueño y que nos diera la habitación.

El hotel estaba completamente restaurado pero aun así, mantenía su forma original después de tantos años. Según me habían informado, este edificio se construyó en los años sesenta.

- Muy buenas señores. Pedro ¿Verdad? [Preguntó sonriendo].

- Si. [Respondí sorprendido].

- Es difícil olvidarse, ya no viene mucha gente por aquí. Su habitación es la 115. Soy Luis, el dueño de este hotel. Si necesitáis algo no dudéis en pedírmelo. Voy a por la llave.

-De acuerdo. [Dije apoyando mis manos en el mostrador].

- Mientras tanto yo les voy subiendo su equipaje a su puerta [Dijo el botones].

- No es necesario, de verdad, nosotros lo subimos sin problemas [Respondí].

- He de insistir caballeros, es mi trabajo [Respondió mientras cogía nuestras mochilas].

- Esta bien, ahora vamos [Dijo Salva].

El botones se monto en el ascensor con nuestras mochilas y subió.
En ese momento el dueño apareció de nuevo.

- Aquí tienen su llave caballeros. Por cierto ¿Me habían dicho algo? Me había parecido oírles [Preguntó Luis].

- No. Estábamos hablando con el botones, que ha insistido mucho en llevar nuestras mochilas.

En ese momento la cara del dueño se transmutó. Su sonrisa paso a ser una mueca de preocupación.

- ¿Ocurre algo? [Preguntó Manuel un tanto preocupado por su cara]

- Veréis. Me resulta algo extraño, porque nosotros no tenemos botones.

En ese momento nos miramos los tres y todos pensamos lo mismo. Nos habían robado.

- Pero ¿Por qué para huir se ha montado en el ascensor? [Pregunte en voz alta]. Lo normal es que se escapara hacia la calle ¿no?

- Perdona, ¿Ha dicho que se ha montado en el ascensor? [Preguntó sorprendido].

- Si… [Respondí dudoso].

-Señores. Ese ascensor no funciona. La semana que viene llegara el técnico para arreglarlo.

Nos iba llegando una sorpresa tras otra y ya no sabíamos que hacer.

El dueño salio del mostrador, se coloco en la puerta del ascensor y pulso el botón.

Tal y como había dicho, el ascensor no hacia gesto alguno de que fuera a moverse.

- Como veis, es imposible que haya subido nadie por aquí [Dijo serio].

- Lo único que podemos hacer es que dos de nosotros suban y uno se quede aquí por si baja. [Dijo Salva].

- Lo veo bien. Juan y tú podéis subir. Luis y yo esperaremos aquí. [Contesté]. Cualquier cosa rara que veáis, por favor, avisadnos.

- esta bien. Pero por favor Pedro, lleva cuidado… [Dijo Manuel]. Intentare grabar de nuevo.

- Vamos a ello [Dijo Salva respirando hondo].

Salva y Manuel subían lentamente por las escaleras. Se escuchaba a Juan quejarse porque la cámara hacia interferencias otra vez y no se veía bien la pantalla.

- Pedro, creo que deberías ver esto. [Grito Salva desde el piso de arriba].

Velozmente subí para ver de qué se trataba.

Al llegar, Manuel y Salva estaban frente a la puerta de nuestra habitación, que se encontraba abierta y al entrar pude ver claramente nuestras mochilas bien colocadas en el cuarto.

Las Abrimos y comenzamos a mirar por si nos habían robado algo, pero no era así.

- A ver si me aclaro. Un hombre se ha hecho pasar por botones y nos ha traído las mochilas hasta la habitación utilizando un ascensor que no funciona. ¿Estoy en lo cierto? [Pregunte aún absorto].

-Eso parece…. [Respondió Manuel].

No había por donde coger aquello. Cada cosa que pasaba era más rara que la anterior.

- Luis, ¿Nos podríamos alojar en otra habitación? Es que ya no me siento cómodo sabiendo que ha estado aquí. [Dijo Salva].

- Por supuesto, no hay ningún problema. Yo me encargare de averiguar quien era ese hombre. [Respondió Luis].

Luis bajó y al rato volvió con una llave en la mano.

- Seguidme a vuestra nueva habitación. [Dijo Luis mientras avanzaba].

Lo seguimos, tensos, por esos pasillos oscuros, hasta pararnos frente a una puerta cuyo número era el 101.

Una vez acomodados en nuestra nueva habitación, nos miramos con esa cara de incertidumbre que se te queda al no entender lo que ocurre.

- Bueno, ha sido algo raro, pero habrá alguna explicación. [Dije sentándome en la cama].

- Seguro que si, además, hemos venido a desconectar. [Añadió Salva].

- Tienes razón, Salva. [Prosiguió Manuel]. Lo mejor será que descansemos. Han sido muchas horas circulando con el coche.

En ese momento, se escuchó como toqueteaban el picaporte acompañado de la risa de unos niños.

Decidí abrir la puerta pero ya no estaban. Su risa parecía alejarse con el viento hasta desaparecer por completo.

Cuando iba a cerrar, observé unas huellas de niño húmedas en el suelo en dirección a nuestra puerta.

Mi sorpresa fue mayúscula cuando las pisadas comenzaron a avanzar, pasado por mi lado, hasta el centro de  la habitación.

Se pararon junto a Manuel y Salvan, que se encontraban observando la escena estupefactos.
           
Las húmedas pisadas se juntaron y comenzó a brotar agua de ellas. Esta, poco a poco, iba tomando forma humana.

No me lo podía creer. Ante nuestros ojos había un niño hecho de agua, completamente inmóvil.

Este pegó un grito que nos sobresaltó y se deshizo encharcando la habitación y dejándonos a los tres al borde del infarto.

- No se vosotros, pero prefiero marcharme de aquí. [Dije con cierto temor].

- Vamos a coger las cosas y marchémonos de aquí porque no me gusta este sitio. [Dijo Manuel cogiendo sus cosas].

- A mi tampoco… [Dijo Salva sentado en la cama con la mirada perdida].

Cuando nos disponíamos a salir, volví la vista atrás. Salva seguía sentado en la cama con la mirada perdida, hasta que, de pronto, me miró.

- Marchaos… [Dijo mirándome fijamente].

Me quedé atónito. Su cara era la de otra persona. No era Salva ¿Cómo era eso posible? ¿Dónde estaba Salva?

Manuel me engancho del brazo y corrimos todo lo posible.

Descendimos dos pisos hasta el hall del hotel donde me paré en seco. Habíamos bajado dos pisos ¿Cómo era posible si estábamos en un primero?

Para colmo, nos encontramos, justo de frente a Salva, con cierto gesto de cansancio.

- ¿Cómo has llegado tan rápido? [Preguntó intrigado Manuel].

- No lo se. Iba detrás de vosotros y de repente… desaparecisteis… [Contestó Salva].

- Bueno, mejor vayámonos cuanto antes. [Dije avanzando].

Salimos al exterior y llevamos las mochilas al coche. Lo que más llamaba la atención era la calma. No había nadie.

Nos montamos en el coche y cuando íbamos a arrancar, una luz azul apareció detrás de nosotros.

Era una moto de policía que se acercó y tocó en la ventanilla del conductor.

- Buenas noches agente ¿Ocurre algo? [Pregunté tras bajar la ventanilla].

- Quería saber que están haciendo en esta zona a estas horas de la madrugada. [Dijo el agente mirándonos a todos].

- Hemos salido del hotel, por motivos personales.

No le podía decir que habíamos salido corriendo porque unos fantasmas nos habían atormentado en la habitación, sería el hazmerreír.

- ¿Del hotel? ¿Te estás riendo de mí? [Preguntó cabreado]. Bajad del vehículo y venid conmigo.

Bajamos los tres y lo seguimos.

- ¿Es este vuestro hotel? [Dijo señalando].

No lo podía creer. Estaba completamente derruido ¿Cómo era esto posible? No hacía ni cinco minutos que estábamos ahí dentro y ahora parecía llevar décadas cerrado.

- Veo que tenías razón en lo que me dijiste, Pedro. [Dijo Salva mirando los escombros]. No hay final para el misterio…

2 comentarios:

  1. No me canso de leer el relato Pedro,y el final esque es escalofriante,cada vez te superas maas,un fuerte abrazo amigo y sigue asi!! :-)

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias por tu comentario, Manu, que encima es el primero :D . Me alegra que te haya gustado. Un abrazo muy fuerte, compañero.

    ResponderEliminar