martes, 31 de diciembre de 2013

Al otro lado del espejo




Septiembre 2004

¿Cuántas leyendas habremos escuchado sobre los espejos? ¿Tienen algo de verdad o son tan solo el producto de nuestra imaginación?

Al principio, yo pensé que no eran más que supersticiones, que tan solo eran leyendas que habían sido modificadas por el boca a boca, pero pronto acabé dándome cuenta de mi error.  

Es el momento de coger una vela y, con el siniestro contoneo de su llama, dejarte guiar por esta historia aterradora.

Este suceso me ocurrió en el año 2004, cuando tenía doce años y acababa de empezar a indagar en el tema paranormal.

Me encontraba en el parque, con Alejandro García y Jesús López, dos compañeros del colegio, charlando sobre cosas típicas de la edad.

La conversación fue variando, hasta llegar al tema de las leyendas urbanas, un tema que siempre me ha encantado.

- ¿Habéis oído la leyenda de la casa de los espejos? [Preguntó Alejandro].

- No [Respondí]. Nunca la he oído. ¡Cuenta, cuenta!

- Cuentan que en esa casa de ahí, murió una niña y que, desde entonces, su espíritu se refleja en todos los espejos de la casa [Dijo señalando hacia la casa]. Nunca me he atrevido a entrar, pero me han asegurado que se pasa mucho miedo en ella.

- Algún día, entraremos a esa casa [Dije mirándola fijamente].

- La verdad es que hay muchas leyendas urbanas sobre los espejos [Dijo Jesús]. A mí me contaron una vez que, cuando estás de espaldas a un espejo, en este aparecen unos extraños seres que te observan y que desaparecen cuando te das la vuelta.

- Eso suena muy poco creíble, pero bueno, como la mayoría de las leyendas [Contesté].

- Se cual es esa leyenda. Decían que si te girabas muy rápido y mirabas al espejo, podías llegar a ver a esos seres. [Dijo Alejandro]. Yo lo he intentado y nunca pasa nada.

- Claro que no te pasó nada. Porque es una chorrada [Dije riendo]. Lo que has contado antes, sobre la casa de los espejos, tiene más sentido.

- Si es verdad que te parece una chorrada ¿Por qué no lo intentas tú? Al no ser que tengas miedo [Dijo Jesús con cierto tono burlón].

- Si ya lo ha probado él y no ocurrió nada. [Dije señalando a Alejandro]. ¿Para qué voy a hacerlo yo?

Continuamos hablando y, rápidamente, el tema volvió a cambiar, hasta que se decidimos marcharnos cada uno a nuestra casa.

Subí y, tras saludar a mi madre, entré al baño. Me paré frente al espejo y me detuve, durante un rato, a mirar mi reflejo.

Comencé a recordad la historia que me había contado Jesús y, sin saber por qué, notaba algo extraño.

Tras un largo rato  mirando mi reflejo, empecé a no reconocerme en el espejo.

Cuando me di la vuelta, noté, sin saber por qué, la extraña sensación de estar siendo observado.

Al girarme, para mirar al espejo, vi de reojo una especie de silueta, pero al mirar, no había nada.

Extrañado, cogí un espejo pequeño, me puse de espaldas al de pared  y lo miré para comprobar si había “algo” en el espejo de pared.

No podía creer lo que estaba viendo. El espejo debía reflejar mi espalda, pero no era así. Me estaba viendo a mi mismo, de frente y con una sonrisa que me helaba la sangre.

Me di la vuelta rápidamente y tan solo me encontré con mi reflejo.

De pronto, levantó la mano y, poco a poco, la fue sacando a través del espejo.

Lentamente, mi “yo” del espejo fue saliendo y aterrado, salí del baño lo más rápido que pude.

Al pasar por el espejo del pasillo, noté que algo me agarraba del brazo y me tiraba hacia él.

Era mi reflejo. Me agarraba mientras me miraba con esa sonrisa macabra.

Me lanzó contra el y cerré los ojos esperando el impacto inminente contra el espejo.

Cuando los abrí, estaba tirado en medio del pasillo.

Me levanté y salí corriendo hacia la puerta, para salir rápidamente, pero fue inútil.

Ahí estaba, frente a mí, bloqueando la única vía de escape. Se trataba de mi otro “yo” que, en ese momento, había salido del espejo completamente.

Jamás podría describir con exactitud lo extraño que es estar frente a ti mismo.

- No debiste mirar. Ahora pasarás toda tu vida metido en este mundo. [Dijo mi otro yo].

- ¿Este mundo? ¿A qué te refieres? [Pregunté intrigado y tembloroso].

- ¿De verdad no has notado nada raro? [Dijo lanzándome una pequeña pelota].

Cuando vi la pelota llegar hacia mí, involuntariamente, la cogí con la mano izquierda.

A simple vista no parece nada raro, pero lo es, teniendo en cuenta que yo soy diestro.

- ¿Qué está pasando? [Pregunté, mirando la pelota en mi mano].


- Ahora tú serás el reflejo y yo seré tu “Yo” real. [Dijo entrando de nuevo en el espejo].

Rápidamente, me lancé y lo enganché de la pierna.

- Suéltame de una vez. [Dijo agitando la pierna a la que estaba agarrado].

Conseguí que no entrara y lo traje de nuevo conmigo.

Le golpeé y me fui directo a la cocina a por un cuchillo, para acabar con él.

Salí, me puse encima de él y le puse el cuchillo en el cuello.

- Idiota. Si me matas, desaparecerás para siempre. [Dijo sonriendo].

- Correré el riesgo… [Dije clavándole el cuchillo].

Me percaté que el espejo comenzó a brillar y, sin pensármelo dos veces, me introduje en el.

Todo se volvió negro y, cuando desperté, me encontré tumbado en mi cama.

Me levanté y vi que el reloj marcaba las nueve.

Entré al baño, me lavé la cara y me miré al espejo.

- Menos mal que todo a sido un sueño [Dije riendo].

Cuando me disponía a salir, vi que, en medio del pasillo, estaba la pequeña pelota que me había dado mi otro “yo”.

- Esta vez has tenido suerte. La próxima vez que me liberes, será tu fin. [Dijo una voz tras de mí].

Salí del baño y apagué la luz, sin prestarle atención.

Después de este suceso, nunca me he atrevido a probar ninguna leyenda urbana sobre los espejos, salvo por mi visita a la casa de los espejo, pero eso es otra historia…


Dime, querido lector ¿Te atreves a hacer la prueba del espejo?

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