sábado, 5 de mayo de 2018

Una idea de locos





Diciembre 2013


En más de una ocasión he comentado en este diario que cuando hablaba con mis amigos, en muchas ocasiones acababa apareciendo el tema paranormal.
Normalmente el tema aparecía y desaparecía para dejar paso a otro, pero en esta ocasión no fue así, sino que duró más de la cuenta.
Es el momento de coger una vela y, con el siniestro contoneo de su llama, dejarte guiar por esta historia aterradora.
Lo que os voy a contar hoy me ocurrió cuando yo tenía unos 21 años. Principios de diciembre de 2013, para ser más exactos.
Era lunes y mi amigo dimas me había llamado para invitarme a una comida en el monte junto a otros amigos que teníamos en común. Pablo, José, Dani.
Lo bueno que tiene Murcia es que, pese a ser diciembre, hay muchos días con buenas temperaturas y no hace ni pizca de frío.
Acordamos quedar entre semana para prepararlo todo y hacer la comida ese mismo domingo.
Todo se hizo según lo acordado, compramos comida y bebida para hacer una buena barbacoa y lo dejamos todo listo para irnos.
Éramos cinco, pero cargados hasta arriba de cosas, por lo que necesitamos dos vehículos.
Llegó el domingo y partimos en dos coches hasta el monte, que poseía una zona habilitada para hacer fuegos y comer allí.
En el lugar tan solo había dos mesas largas con sus bancos. Una fue ocupada por nosotros y la otra por un grupo de chicas que llegó poco después.
Comenzamos a preparar las cosas y a beber cerveza mientras entablábamos conversación con las chicas de al lado.
Cuando me quise dar cuenta nos habíamos juntados todos en un grupo bastante grande y acabamos comiendo juntos.
Eran cuatro chicas, Clara, Lucía, Evelyn y Almudena. Con esta ultima, años atrás había tenido una relación, pero las circunstancias hicieron que tuviéramos que romper y tomar caminos distintos.
La verdad que no presté atención a sus amigas, era ella la que me tenía embobado. Ese pelo castaño y largo y esos ojos marrones y brillantes que me atraían. Estaba tal y como la recordaba.
Mientras todos hablaban nosotros nos centramos el uno en el otro para ponernos al día.
  • No me puedo creer que seas tu... [Dije sonriendo]. Pensé que no volvería a verte...
  • Lo se... y más tras esa despedida en el aeropuerto... [Dijo con tristeza] Pero bueno, estoy por aquí otra vez.
  • Me alegra verte tan bien. ¿A que te dedicas ahora?].
  • Pues estoy de camarera en un hotel. De momento pocas horas, pero bueno, mientras voy tirando ya que los gastos son compartidos.
  • Pues si, lo importante es hacer algo. Me alegra que te vaya bien.
  • Gracias. [Contestó sonriente.] Cuéntame ¿Qué es de tu vida?
  • Pues sigo con el programa de radio y con mis escritos.
  • Sigues todavía con los misterios. No cambias
  • Lo bueno no ha de cambiarse ¿No? [Pregunté sonriente]. Sigo haciendo mis investigaciones.
  • Recuerdo cuando me llevaste a aquel edificio, que mal lo pasé, aunque me sentía segura contigo.
  • ¿De qué hablabais? Si se puede saber [Preguntó Evelyn].
  • Pues estábamos hablando de terror. Que Pedro escribe historias y le encanta todo lo que tiene que ver con fantasmas, sitios encantados y tal. ¿No te acuerdas?
Fue en este punto donde surgió todo. A partir de aquí fue cuando empezamos a hablar de demonios, fantasmas, casas encantadas, hasta que a mi amigo se le ocurrió una mala idea.
  • Oye ¿Y si nos vamos todos al orfanato abandonado que hay aquí cerca? [Preguntó Dani].
Al principio se tomó a broma, pero al final acabamos juntándonos todos en los coches para ir a investigar al orfanato.
Ahí estábamos… Parados, de pie, frente aquél enorme edificio. He de admitir que imponía demasiado.
La noche ya había llegado y junto a ella había venido el frío. Ese frío que te cala los huesos y que lo mismo era un aviso para no entrar.
La puerta exterior estaba abierta, por lo que pudimos entrar al recinto sin ningún problema.
Caminamos todos juntos, poco a poco y con temor, hasta la entrada al orfanato que no poseía puerta alguna.
  • Esto es enorme ¿Qué hacemos? ¿Nos dividimos? [Preguntó Dani].
  • Es lo peor que podemos hacer. Si hay un accidente, si encontramos a algún vagabundo y se pone agresivo o para evitar alguna broma… tenemos que estar unidos. [Respondí].
  • Yo no quiero entrar… [Dijo Pablo].
  • Tranquilo, estaremos todos juntos, por lo que no estarás solo. [Dijo Dimas].
Comenzamos explorando todo el piso de abajo. Aquello era como una capsula del tiempo. Todavía estaban muchos de los muebles.
Recuerdo incluso que, al entrar a la cocina, aún se veían utensilios y platos en las mesas. Lo que nos llamó la atención fue el olor. Pronto descubrimos que aún quedaban restos de comida que ya solo era un amasijo pringoso y putrefacto.
Tras un breve rato inspeccionando por abajo, y sin animarnos a subir, decidimos que lo mejor era volvernos.
En el momento que nos disponíamos a salir, oímos un golpe procedente del piso de arriba, lo cual hizo que saliéramos de allí corriendo.
Nuestra sorpresa fue mayúscula al descubrir que la puerta del exterior que daba a la calle se encontraba cerrada con un candado.
  • Vale, esto ya no tiene gracia ¿Quién ha sido? [Pregunté cabreado].
  • ¿Y por qué insinúas que hemos sido alguno de nosotros? Podías haber sido tú [Recriminó Lucía].
  • Pues básicamente porque yo no me dedico a hacer estas tonterías y el candado está por dentro. [Respondí].
  • Bueno, basta de recriminar a nadie [Dijo Almudena]... Hay que salir ya de aquí e ir…
Almudena se quedó petrificada mirando a la fachada y todos miramos en su dirección.
No podíamos creerlo. En el tercer piso, había un balcón. En este había una persona asomada, pero, lo que es más raro aún. Veíamos su silueta, porque dentro había luz.
  • ¿Aún hay luz aquí? ¿Cómo puede ser? [Preguntó Dimas asustado].
  • No hay, pero ellos con capaces de hacer que sí. Son capaces de mostrarte como era esto antes. No sería la primera vez que me pasa.
Un fuerte golpe nos sobresaltó. Era Pablo intentando abrir el candado a golpes con la linterna.
  • ¡PARA! ¿De verdad quieres que nos quedemos aquí a oscuras?
  • ¿A oscuras? ¿Tú estás viendo eso? [Preguntó Pablo señalando al tercer piso].
En ese momento volvimos a mirar, pero esta vez ya no había nada. Todo estaba oscuro y muy silencioso.
Fue entonces cuando un hombre hizo aparición frente a nosotros asustándonos y haciéndonos gritar.
  • Perdonad, no pretendía asustaros. [Dijo el hombre con cierto tono de calma]. Mi nombre es Antonio, y soy el vigilante. ¿Cómo Habéis entrado aquí?
  • Gracias a Dios… Que susto… [Dijo Dimas Respirando profundamente]. La puerta estaba abierta cuando hemos llegado.
  • Hemos salido corriendo por un ruido que venía de arriba, pero al salir, la puerta estaba cerrada ya. [Prosiguió Dani].
  • Supongo que serías tú ¿No? [Preguntó Clara].
  • Me temo que no. [Contestó el vigilante]. Yo vigilo los alrededores y solo entro si veo que se cuela alguien y por lo que me habéis dicho, debe haber alguien dentro, así que voy para allá.
  • ¿Pero a dónde vas? Abre la puerta que podamos irnos, por favor. [Dijo Pablo]. Quiero irme de aquí ya.
  • Lo primero es lo primero… [Dijo el guardia alejándose]. El que me quiéra se puede venir conmigo.
  • ¿Vamos? [Dijo Almudena].
  • Ni se te ocurra… [Dije cogiéndola el brazo].
  • ¿Qué pasa? [Preguntaron].
  • He vivido suficientes cosas extrañas como para saber que esto no pinta bien. [Contesté]. Ese hombre no es de fiar…
  • Estoy cansada de tus locuras. Deja ya los fantasmas y vuelve al mundo real [Dijo Lucía].

Tras él salieron corriendo entonces José, Lucia y Clara.
  • Pedro, Si es verdad lo que dices, tenemos que ayudarles.
  • No me han hecho caso. Ya es cosa suya.
  • Pedro, Dijiste que todos juntos ¿Recuerdas? Por favor… [Dijo Almudena cogiéndome la mano].
  • Maldita sea… [Dije cerrando los ojos un momento]. Está bien, vamos…
Comenzamos a caminar nuevamente hacia adentro y justo antes de entrar, agarré la mano de Almudena y la traje hasta mí.
  • Pedro ¿Qué…?
Antes de que pudiera decir nada, mis labios y los suyos se unieron. No sabría explicar aquella sensación. Pero fue mágico.
  • Los siento, pero tenía que hacerlo. [Dije]. Quería volver a senttir tus labios antes de meterme ahí.
  • Tranquilo. Tampoco me he opuesto. [Dijo riendo]. Vamos…
Volvimos a entrar al orfanato. Todo seguía igual de oscuro y silencioso. Ni si quiera se oía a los demás. Estuvimos otra vez registrando la planta baja y nueva mente no vimos nada.
Decidimos entonces ir a la segunda planta a ver si nos topábamos con los demás, pero estaba igual de inhabitada.
Suciedad, oscuridad, objetos y papeles por todas partes, pintadas por las paredes…
Fue en ese momento, en medio de la sala, casi a oscuras, cuando comenzamos a oír de pronto pisadas. Parecía que corrían alrededor nuestro, pero no había nadie. Junto a estas aparecieron unas risas y estas eran claramente de niños.
  • Esto no me gusta ¿De dónde vienen esas risas? [Preguntó Pablo].
En ese momento oíamos como avanzaban las pisadas por el pasillo y subían las escaleras al tercer piso.
  • Vayámonos de aquí, por favor. [Dijo Pablo].
  • De eso nada, hay que subir. [Respondí].
  • Si hombre, yo me largo de aquí [Dijo bajando las escaleras].
  • Ya que me habéis hecho volver habrá que subir que a ver qué ocurre.
Tras esto, avanzamos y subimos lentamente a la tercera planta.
Una vez arriba, vimos claramente a un niño que nos hacía señas. Nos pedía con gestos que entráramos a una de las habitaciones.
Cogí de la mano a Almudena y miré fijamente a los demás.
  • ¿Preparados? [Pregunté].
  • Si no hay más remedio… [Dijo Dani].
  • Cuenta con nosotros. [Dijo Dimas].
  • Esto es de locos… [Dijo Evelyn]. Pero vale, iremos…
Avanzamos lentamente por el pasillo mientras ese niño entraba en la sala del fondo.
  • No me sueltes, por favor… [Dijo Almudena apretando mi mano con fuerza].
  • Tranquila, no lo haré… Sabes que no te dejaría sola.
Cruzamos el umbral de la puerta y nos encontramos con una extraña escena.
Era una sala amplia y oscura. La única luz provenía de la calle gracias al balcón que había en el fondo.
En medio de la habitación había un grupo de sillas colocadas en círculo. Había unas nueve, de las cuales cuatro estaban ocupadas.
Al acercarnos al círculo los vimos con más claridad.
En una se encontraba ese hombre que decía ser el vigilante. En las otras se encontraban José, Lucía y Clara.
Estaban raros. No reaccionaba. Tenían la mirada perdida y un color de piel muy blanco. Los toqué para que reaccionaran, pero no lo hacían, estaban fríos… muertos…
  • No puedes hacer nada por nosotros. [Dijo José con una risa siniestra en el rostro].
  • Y ahora tenéis que saber algo… [Dijo Lucía mientras todos se levantaban lentamente de las sillas].
  • ¡LOS SIGUIENTES SOIS VOSOTROS! [Gritó Clara sacando un cuchillo].
  • ¡CORRED! [Grité tirando de Almudena].
Bajamos las escaleras corriendo a toda velocidad. Podíamos oír cómo iban tras nosotros.
Mientras lo hacíamos miré un segundo hacia atrás y juraría que incluso los vi reptar por las paredes.
No se que eran esas cosas, pero desde luego, no eran nuestros amigos.
Al llegar a la segunda planta nos encontramos con un escenario dantesco. Había sangre por todas partes.
Había niños ahorcados, otros tirados en el suelo con marcas de latigazos, otros desnutridos en los rincones. Era realmente atroz.
Continuamos descendiendo y estos se levantaron y también fueron a por nosotros. Teníamos una autentica horda persiguiéndonos.
Una vez que llegamos abajo, vimos que en la puerta se encontraba el vigilante.
  • Chicos, por aquí [Dijo Pablo desde el marco de una puerta]. ¡RAPIDO!
por lo que no nos quedó otra que meternos en uno de los cuartos.
Cerramos la puerta e hicimos fuerza para que no entraran. No paraban de oírse golpes, gruñidos, gritos… Era horrible.
  • Lo siento… [Dijo Evelyn llorando]. Todo es culpa mía…
  • ¿Cómo? [Preguntó Almudena].
  • Yo fui la que cerró la puerta… [Dijo entre lagrimas mientras sacaba la llave]. Solo pretendía gastaros una broma.
  • No me puedo creer que hayas hecho esto... [Dijo almádena].
  • Estamos aquí jugandonos la vida por tu culpa? [Preguntó cabreado Dani].
  • Ya no importa [Respondí intentando calmar los ánimos]. Ahora lo importante es salir, me da igual quién tenga la culpa...
  • Tienes razón... ¿Alguna idea? [Preguntó Dimas].
    En ese momento todo se paró. Ya no había ningún ruido. Parecía que todo se había calmado.

Entreabrí poco a poco la puerta para ojear a ver que había pasado.
Fue en ese instante cuando oí gritar y vi correr a Pablo con todos los seres detrás suyo, lo que me dejó petrificado.
  • Si Pablo está ahí...
    Me giré y vi que, donde se supone que estaba sentado Pablo, estaba ahora ese dichoso vigilante que aparecía por todas partes.
  • Todo fue culpa nuestra [Dijo mirando un periódico]. No debí hacer la vista gorda, ahora lo estamos pagando caro...
  • ¿De qué estás hablando? [Preguntó Dimas].
    Fue ahí cuando el vigilante sacó una pistola y se la puso en la sien.
  • Lo siento. [Dijo llorando]. Espero que Dios me perdone...
    Un estruendo inundó la estancia. La sangre nos salpicó y el vigilante calló al suelo evaporándose al instante.
  • Tranquila... [Dije abrazando a Almudena para que no tuviera que verlo].
    Me acerqué a la mesa y cogí el periódico que estaba mirando antes de dispararse. Tenía marcas de sangre, pero muy antiguas.
    Ojeé el ajado periodico y vi el articulo. Era una noticia sobre el Orfanato.
    Decían que se habían encontrado signos de violencia en los niños internos y que algunos desaparecían. Vivieron un infierno. Maltratos, abusos, asesinatos... Era de locos.
    Venía una foto del vigilante que, tras ver la situación y no puder con la presión, se suicidó de un disparo en la cabeza
  • ¿Año? [Preguntó Dani].
  • 1956...
    Nos vimos sorprendidos por unos golpes en la puerta
  • Chicos, abrid, soy yo. [Dijo Pablo tras la puerta].
    Abrí sorprendido y me percaté de que no había nada más, estaba solo.

- No se que ha pasado, estaba corriendo perseguido por esos seres y de pronto han desaparecido. ¿Vosotros estáis bien?
  • Si, más o menos... Es el momento de irnos...
  • Pero... ¿Qué pasa con... ?[Preguntó Evelyn].
  • Que pesarán toda tu vida en tu conciencia... [Dije saliendo de allí sin mirarla].
    Salimos de allí y nos fuimos a nuestras respectivas casas sin abrir la boca. Llevé a los otros y dejé la ultima a Almudena.
  • ¿Quieres subir?
  • Me encantaría...
  • Es de locos lo que ha pasado hoy… [Dijo Almudena tumbándose en el sofá].
  • La verdad que si… Creo que han sido demasiadas emociones. [Dije apoyando mi cabeza en sus piernas].
  • ¿Estás a gusto?
  • A tu lado siempre… [Dije cogiendo su mano].
    Llevaba mucho tiempo sin estar así con ella.
  • ¿Recuerdas esto? [Dije mostrandole una foto de los dos].
  • Cómo iba a olvidarlo [Dijo riendo]. Fui tan feliz...
  • Yo también....
    En ese momento nuestros labios se encontraron, pero pronto nos separamos.
  • Pedro yo...
  • Lo siento, me he dejado llevar.
  • Tranquilo, no pasa nada. Yo también tengo culpa.
  • ¿Te va bien con él? [Dije sentándome a su lado sin mirarla]
  • Mucho... La verdad que soy muy feliz. Mañana me vuelvo con el, aquí solo estaba de visita.
    Me quedé mirando el techo sin saber que decir.
  • Pedro... Fui muy feliz contigo, pero no estábamos destinados. En otras circunstancias estaríamos juntos, pero no ha sido así. Jamás me va a quitar nadie lo que viví a tu lado ni quiero olvidarlo nunca, pero no puedo serle infiel a mi pareja, lo siento... Se que estarás bien sin mi...
  • No te preocupes... Estoy acostumbrado a estar solo. Si ya pude estar una vez, puedo estarlo otra vez ¿NO?
    El silencio se hizo entre los dos.
  • Supongo que esto es un Adiós... [Dije aguantando las lagrimas].
  • Preferiría un “Hasta pronto” [Dijo cogiendo mi mano]. Me gustaría que si nos volvemos a ver, podamos tomar algo como buenos amigos. Que estemos más en contacto con las redes sociales.
  • Amigos... Que rara se me hace esa palabra contigo. No volver a acariciar tu piel, a besar tus labios, no tenerte...
  • ¿Crees que podremos serlo?
  • Confío en ello [Dije besando su mejilla].
    Salí por la puerta para irme a mi casa
  • Pedro...
  • ¿Dim...?
No terminé de hablar cuando tenía los labios de Almudena sobre los míos.
- Hasta pronto... [Dijo cerrando la puerta].


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