lunes, 28 de octubre de 2013

Conexión Madrid-Murcia.


Septiembre 2017

La vida está llena de misterios y sucesos inexplicables, pero, no debemos olvidar que el propio ser humano es mucho más peligroso.
A veces, ambos conceptos pueden unirse y esta es una prueba de ello.

Es el momento de coger una vela y, con el siniestro contoneo de su llama, dejarte guiar por esta historia aterradora.

Era una noche fría y lluviosa. Me encontraba en casa, tumbado en la cama mientras miraba el techo. María, mi pareja, se encontraba apoyada sobre mi pecho, completamente dormida.

Cuando comenzaba a recuperar el sueño, un extraño zumbido a mi izquierda hizo que me girara. Se trataba de mi móvil, el cual, se encontraba vibrando en la mesilla. Tras cogerlo, observé en la pantalla el nombre de Luis.

Se trataba de Luis Perez, un gran amigo mío policía.

- Dime Luis [Dije tras descolgar el teléfono].

- Muy buenas Pedro. Disculpa que te llame a estas horas, pero creo que eres el único que puede ayudarme.

- No hay problema Luis. ¿En qué puedo ayudarte?

- Estoy investigando el caso de una chica asesinada y he descubierto que la víctima estuvo en contacto contigo hace poco. Su nombre es Gloria Jiménez.

Me incorporé rápido de la cama despertando con un gran sobresalto a María.
Gloria era una gran amiga mía. Habíamos pasado muchas cosas los dos juntos.

- Prefiero hablar contigo en persona. ¿Podría ser?

- Está bien. Dame unos minutos que me arregle y me espabile. ¿Dónde nos vemos?

- Nos vemos en la cafetería de José.

 De acuerdo. Ahí nos vemos. [Dije instantes antes de colgar].

Me lavé la cara y me vestí mientras María no me quitaba ojo, se le veía asombrada.

- ¿Qué ocurre cariño? [Preguntó asustada].

- Luis me ha llamado para hablar con el sobre un caso.

- ¿Y te llama a ti? [Preguntó extrañada]. Que yo sepa eres escritor, no policía.

- Lo se, pero da la casualidad de que la chica fallecida es mi amiga Gloria. [Dije aguantando las lágrimas].

Su cara se transformó por completo. María sabía muy bien que yo estaba muy unido a Gloria. Dos días antes, habíamos estado los tres juntos cenando y saliendo por ahí.

- Entonces… ¿Eres un sospechoso?

- Es posible María, es posible… Pero voy a ayudarlos todo lo que pueda.

- ¿Quieres que te acompañe?

- No hace falta cariño. Lo mejor será que descanses [Dije tras darle un beso].

Me marché hacia la cafetería que se encontraba a dos manzanas de mi casa. Mientras caminaba, miles de pensamientos rondaban mi cabeza.

El día anterior yo la había acompañado a la estación de tren. Recuerdo perfectamente que se montó y se marcho despidiéndose tras el cristal. Y de pronto, me llaman para decirme que ha muerto. Era algo difícil de asimilar

Llegué a la cafetería y cuando entré, pude ver a Luis sentado solo en la mesa del fondo.

- Buenos días Luis. [Dije mientras me sentaba].

- Hola Pedro. Gracias por venir y perdona que te llamase a estas horas. [Dijo dándome la mano].

- Dormir es lo último que me importa en este momento Luis. Aún no puedo asimilar que mi amiga Gloria esté muerta.

- Me lo imagino. Se que debe ser duro. Pero necesito que me acompañes a mi despacho y me cuentes todo lo que sepas.

- No hay ningún problema Luis. Estoy a tu entera disposición.

Tras desayunar en la cafetería, nos marchamos a la comisaría y nos metimos en su oficina.
Cuando entré, estaba todo patas arriba. Si algo había caracterizado a Luis durante años era su desorden. Había carpetas por el suelo,  papeles esparcidos por la mesa, algunas incluso, con manchas de café.
A la derecha, pegada a la pared, se encontraba una pizarra grande y blanca en la cual estaba la foto de Gloria con unos apuntes de rotulador por debajo.

Aunque me dolía, decidí mirar la foto de cerca. Quería creer que todo aquello no era más que una pesadilla de la cual necesitaba despertar urgentemente.

En ese momento Luis interrumpió en mis pensamientos.

- Pedro, necesito interrogarte. [Dijo posando su mano en mi hombro].

- De acuerdo Luis. Vamos a ello.

Entramos un una pequeña habitación blanca en la cual solo se encontraba una mesa, tres sillas y un gran espejo en la pared.
Me senté en la silla y como si de una película policíaca se tratase, comenzó el interrogatorio.

- Muy bien Pedro, cuéntame. ¿Cuándo fue la última vez que la viste? [Preguntó mientras abría la libreta].

- Pues fue ayer. La acompañé a la estación de tren. En el barrio del Carmen.

- ¿Y cómo es posible que su cuerpo apareciera al lado de la estación?

- ¿Al lado de la estación? Eso es imposible, vi como se montaba y se marchaba. Había comprado un billete de vuelta a Madrid. [Respondí sorprendido].

- Pedro. ¿Cuánto hace que somos amigos?

- Pues desde hace diez años por lo menos. ¿Pero eso qué tiene que ver?

- Y después de tantos años. ¿Te atreves a mentirme? [Preguntó de manera seria].

- ¿Pones en duda mi palabra?

- ¿Te extraña? La acompañas a la estación y a la mañana siguiente aparece su cuerpo allí con un disparo en la cabeza. ¿No te parece raro?

- Admito que si es raro pero, sabes que yo sería incapaz de matar a nadie.

Esa situación en la que me encontraba me superaba. Luis había pasado de ser un viejo amigo a un policía muy cabreado.
De pronto, volvió a cambiar y se calmó. Parecía que tuviera doble personalidad.

- Mira esta foto. [Dijo tranquilamente mientras deslizaba la foto sobre la mesa].

Se trataba de la foto que había visto antes puesta en la pizarra.  Mostraba a Gloria tumbada en el suelo con un orificio en la cabeza. Mis ojos se posaron en el colgante que llevaba puesto.

- Un segundo… Ese colgante no lo llevaba anoche. [Dije sin separar la vista de la foto].

- ¿Estas seguro?

- Estoy totalmente seguro. Ese colgante se lo había regalado yo hacía unos años y me dijo ayer que se le había perdido.

- Por lo que veo, tú llevas uno igual.

- Si. Compré dos. Era nuestro símbolo.

- Sigo sin comprender nada. Me dices que la ves marcharse en el tren y sin colgante y aparece en la misma estación con el puesto.

Temí que fuera a darle otro cambio de personalidad al ver que se echaba las manos a la cabeza.

- Luis, esto me supera. ¿Podríamos dejarlo para otro momento? Por favor.

- De acuerdo Pedro. Pero no te vayas muy lejos. [Dijo seriamente]. Te voy a dejar volver a tu casa por los años de amistad que tenemos, pero vas a tener que volver y colaborar.

- No te preocupes. Sabes que volveré. Te pido que seas discreto, no tengo ganas de que la prensa meta sus narices en esto y me busque la ruina.

No obtuve respuesta alguna ante mi comentario, por lo cual, salí de allí y me marche directo a casa.

Cuando entré vi que mi pareja se encontraba en el sofá, sentada y con cierto gesto de nerviosismo.

Se incorporó rápidamente al verme y se lanzó a abrazarme.

- ¿Cómo ha ido todo? [Preguntó nerviosa]

- Fatal. Sospechan de mí. Incluso Luis.

- Pero eso no puede ser. Es tu amigo. Desde hace muchos años

- Ahora no es más que otro policía.

- ¿Puedes explicarme algo de lo que ha pasado?

- Lo haría cariño, pero ahora mismo estoy de los nervios. Nada cuadra en esta historia.

- De acuerdo. Será mejor que descanses. Luego con más tranquilidad hablamos. Me voy. [Dijo dándome un beso].

-Adiós.

Subí las escaleras y me fui directo a la cama. Parecía que me habían quitado la energía.
No solo me despiertan de madrugada, sino que, además, acaban acusándome como sospechoso del asesinato de mi amiga. Quería despertar, ver que todo era un sueño.
Pensando en esto caí rendido al instante y tuve un sueño algo extraño que recordare siempre.

Iba paseando con Gloria. Íbamos cogidos de la mano, en una actitud más propia de un apareja. Íbamos hablando de algo, pero no recuerdo de que.

Cuando llegamos a la estación, ella se abalanzó sobre mí y me besó con pasión.
Entonces dijo la única frase que recuerdo de ese sueño.

-Cree me que he vivido contigo una experiencia increíble y no te voy a olvidar. Tengo que marcharme, para siempre. Adiós.

Tras esto, saco el arma de mi bolsillo y le apunto a la cabeza. Ella se gira y...

El sueño fue tan real que, el sonido del disparo, consiguió despertarme y se quedó dentro de mi cabeza unos segundos.

No me lo podía creer, hasta mis propios sueños dudaban de mí.

Cuando desperté eran las cuatro de la tarde y a pesar de no haber comido nada, no tenía ni pizca de hambre.

Bajé al salón y me puse a ver la televisión. Estaban hablando sobre el nuevo libro que iba a publicar en una semana. Pero, de pronto la noticia pasó a ser otra, para ellos, más importante que esta.

- Disculpen que cortemos esta noticia así, pero nos ha llegado una de última hora sobre el escritor Pedro Ibáñez. Al parecer, ha sido acusado de homicidio con arma de fuego. La víctima, Gloria Jiménez, de veintiocho años de edad,  Apareció en el lateral de la estación con un disparo mortal.

Tras escuchar eso no puede evitar apagar la televisión. ¿Cómo demonios se había enterado la prensa de que yo era sospechoso?
Mientras pensaba en esto, la televisión volvió a encenderse. La imagen se quedó en negro mientras se oía de fondo el sonido de un tren.

Intentaba apagarla con el mando pero no había manera. Seguía ese sonido de fondo cada vez más fuerte.
La pantalla de pronto se iluminó y apareció la imagen de gloria que me había enseñado Luis, en la que la veía tumbada en el suelo con el disparo.

Esta vez se veía, pero no se oía. Hasta que, Me sobresaltó una voz proveniente de la tele.

- Pedro. El culpable de todo esto esta más cerca de lo que crees

Aunque la voz se oía distorsionada, parecía claramente la de Gloria. ¿Era posible?

- ¿Gloria? ¿Eres tú?

- Atrapa a Luis. [Dijo segundos antes de apagarse la tele].

¿A qué se refería con eso de que atrapara a Luis? En ese momento no lo comprendía pero más tarde lo entendí.

Oí que la puerta se abría y apareció Maria.

- ¿Qué haces ahí de pie frente a la tele?

- Es difícil de explicar la verdad. ¿Qué pensarías si te digo que he oído a Gloria en tele?

- Es normal que la eches de menos y por eso la imagines. O eso o estas como una cabra. [Dijo para intentar que sonriera].

Tras ese comentario no pude evitar soltar una pequeña sonrisa. Era lo que siempre me había atraído de ella. Sabía animarme en cualquier momento. No se que haría sin ella.

Fui directo a abrazarla y no pude aguantar más las lagrimas. Estuve unos segundos llorando en su hombro hasta que me serené y le di las gracias con un profundo beso.

Cogí mi móvil y llamé rápidamente a Luis.

- Dime Pedro

- ¿Estas en tu oficina?

- Si, aquí estoy. Esperando a que vengas.

Tras esa frase, colgué y me marche a verlo.

Llegue a la oficina y lo vi mirando la pizarra con la famosa foto.

- Por fin llegas Pedro. Vente, vamos a investigar de nuevo en la estación. Dijo mientras salía por la puerta.

Sin decir nada, decidí seguirle. Nos montamos en su coche y fuimos de nuevo a la estación del barrio del Carmen.

Comenzamos a caminar por el lateral de las vías hasta que ya no se veía a nadie. Estábamos completamente solos en esa especie de descampado.

- Cuéntame Luis. ¿Por qué la mataste? [Pregunté de espaldas a el].

- Veo que te has enterado [Dijo en trono sumamente tranquilo].

- Si. Una vieja amiga me lo ha mostrado. Lo que no me ha conseguido decir es cómo lo hiciste.

- Como después de esto voy a matarte, te lo contaré. [Dijo sacando su arma]. ¿Nunca has oído hablar de los misterios de los trenes que salen a partir de media noche de Madrid? esa noche estaba en Madrid, esperando a que ella llegara. Cuando la vi comencé a hablar con ella para convencerla de que volviera conmigo. Decía que lo había pasado muy bien conmigo pero que se iba a marchar para siempre  y lo nuestro no podía ser. No me quedó otra cosa que matarla. Sabía que tarde o temprano volvería a Murcia para verte. Si no era mía, no era de nadie.
Tras matarla, con la ayuda de unos amigos metimos el cadáver de tu amiga en el vagón como una pasajera más.

- No eres más que un maldito lunático. Claro que vendría a verme. Éramos amigos de toda la vida, pero nada más.

- No te hagas el tonto. Desde que empezó a hacerte las visitas nuestra relación se fue yendo al traste.

- ¿Y piensas que es por mi culpa? Ni siquiera sabía que os conocíais. ¿En serio vas a matarme así sin más?

- Por supuesto, ya lo tengo todo pensado. Huiste, intenté detenerte, me sacaste un arma y rápidamente tuve que matarte. Yo seré un héroe y tu un asesino abatido.

No podía creer la situación. Un amigo de toda la vida, me estaba apuntando con una pistola y ya tenia todo planeado para después de mi asesinato.

En ese momento, unos arbustos que había a nuestro lado, comenzaron a moverse. De ellos, salió una chica, que nos resultó familiar a los dos.

- ¿Gloria? [Preguntamos los dos al unísono].

- No puede ser. ¡Estas muerta! [Gritó Luis].

- ¿Estas seguro Luis? [Preguntó Gloria mientras se acercaba].

- Pues claro que si. ¡Yo te maté¡ [Grito con ira Luis mientras disparaba su arma hacia ella].

Las balas la atravesaban sin hacerle rasguño alguno.

Cuando vio que los disparos no le hacían nada, comenzó a correr por el lateral de la vía olvidándose incluso de mí.

- Es rápido corriendo ¿eh? [Dijo alguien detrás de mí].

Me gire y pude comprobar con alivio que se trataba de Maria.

- ¿Qué haces aquí?

- Una vieja amiga tuya me trajo hasta aquí [Dijo sonriendo].

Mire a mi alrededor y ya no se encontraba Gloria por ninguna parte.

Salimos de allí y comenzamos a oír gritos y sirenas de ambulancia, pero preferimos no pararnos a saber de que se trataba.

Cuando llegamos a casa, la tele estaba encendida y estaba el telediario.

-  Nos ha llegado una noticia de última hora. El agente Luis Pérez del cuerpo de policía de Murcia, ha muerto hoy lanzándose a las vías del tren que venia de Madrid. También tenemos las imágenes de un video aficionado en la que el agente afirma ser el asesino de Gloria Jiménez.

La tele se volvió a apagar sola haciendo que Maria y yo nos miráramos.

Subimos a la habitación y, encima de la cama, encontramos el colgante que le había regalado a Gloria y que llevaba el día de su muerte.

Ahí comprendí que la amistad puede llegar más allá de la vida y que ahora por fin descansará en paz.


                                                  © Pedro Ibáñez Béjar

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