Septiembre 2017
La vida está llena de misterios y sucesos inexplicables, pero, no debemos olvidar que el propio ser humano es mucho más peligroso.
A veces, ambos conceptos pueden unirse y esta es una prueba
de ello.
Es el momento de coger una vela y, con el siniestro contoneo
de su llama, dejarte guiar por esta historia aterradora.
Era una noche fría y lluviosa. Me encontraba en casa,
tumbado en la cama mientras miraba el techo. María, mi pareja, se encontraba
apoyada sobre mi pecho, completamente dormida.
Cuando comenzaba a recuperar el sueño, un extraño zumbido a
mi izquierda hizo que me girara. Se trataba de mi móvil, el cual, se encontraba
vibrando en la mesilla. Tras cogerlo, observé en la pantalla el nombre de Luis.
Se trataba de Luis Perez, un gran amigo mío policía.
Se trataba de Luis Perez, un gran amigo mío policía.
- Dime Luis [Dije tras descolgar el teléfono].
- Muy buenas Pedro. Disculpa que te llame a estas horas,
pero creo que eres el único que puede ayudarme.
- No hay problema Luis. ¿En qué puedo ayudarte?
- Estoy investigando el caso de una chica asesinada y he descubierto
que la víctima estuvo en contacto contigo hace poco. Su nombre es Gloria
Jiménez.
Me incorporé rápido de la cama despertando con un gran
sobresalto a María.
Gloria era una gran amiga mía. Habíamos pasado muchas cosas los
dos juntos.
- Prefiero hablar contigo en persona. ¿Podría ser?
- Está bien. Dame unos minutos que me arregle y me espabile.
¿Dónde nos vemos?
- Nos vemos en la cafetería de José.
De acuerdo. Ahí nos
vemos. [Dije instantes antes de colgar].
Me lavé la cara y me vestí mientras María no me quitaba ojo,
se le veía asombrada.
- ¿Qué ocurre cariño? [Preguntó asustada].
- Luis me ha llamado para hablar con el sobre un caso.
- ¿Y te llama a ti? [Preguntó extrañada]. Que yo sepa eres
escritor, no policía.
- Lo se, pero da la casualidad de que la chica fallecida es
mi amiga Gloria. [Dije aguantando las lágrimas].
Su cara se transformó por completo. María sabía muy bien que
yo estaba muy unido a Gloria. Dos días antes, habíamos estado los tres juntos
cenando y saliendo por ahí.
- Entonces… ¿Eres un sospechoso?
- Es posible María, es posible… Pero voy a ayudarlos todo lo
que pueda.
- ¿Quieres que te acompañe?
- No hace falta cariño. Lo mejor será que descanses [Dije
tras darle un beso].
Me marché hacia la cafetería que se encontraba a dos
manzanas de mi casa. Mientras caminaba, miles de pensamientos rondaban mi
cabeza.
El día anterior yo la había acompañado a la estación de
tren. Recuerdo perfectamente que se montó y se marcho despidiéndose tras el
cristal. Y de pronto, me llaman para decirme que ha muerto. Era algo difícil de
asimilar
Llegué a la cafetería y cuando entré, pude ver a Luis
sentado solo en la mesa del fondo.
- Buenos días Luis. [Dije mientras me sentaba].
- Hola Pedro. Gracias por venir y
perdona que te llamase a estas horas. [Dijo dándome la mano].
- Dormir es lo último que me importa en este momento Luis.
Aún no puedo asimilar que mi amiga Gloria esté muerta.
- Me lo imagino. Se que debe ser duro. Pero necesito que me
acompañes a mi despacho y me cuentes todo lo que sepas.
- No hay ningún problema Luis. Estoy a tu entera
disposición.
Tras desayunar en la cafetería, nos marchamos a la comisaría
y nos metimos en su oficina.
Cuando entré, estaba todo patas arriba. Si algo había
caracterizado a Luis durante años era su desorden. Había carpetas por el suelo,
papeles esparcidos por la mesa, algunas
incluso, con manchas de café.
A la derecha, pegada a la pared, se encontraba una pizarra
grande y blanca en la cual estaba la foto de Gloria con unos apuntes de
rotulador por debajo.
Aunque me dolía, decidí mirar la foto de cerca. Quería creer
que todo aquello no era más que una pesadilla de la cual necesitaba despertar
urgentemente.
En ese momento Luis interrumpió en mis pensamientos.
- Pedro, necesito interrogarte. [Dijo posando su mano en mi
hombro].
- De acuerdo Luis. Vamos a ello.
Entramos un una pequeña habitación blanca en la cual solo se
encontraba una mesa, tres sillas y un gran espejo en la pared.
Me senté en la silla y como si de una película policíaca se
tratase, comenzó el interrogatorio.
- Muy bien Pedro, cuéntame. ¿Cuándo fue la última vez que la
viste? [Preguntó mientras abría la libreta].
- Pues fue ayer. La acompañé a la estación de tren. En el
barrio del Carmen.
- ¿Y cómo es posible que su cuerpo apareciera al lado de la
estación?
- ¿Al lado de la estación? Eso es imposible, vi como se
montaba y se marchaba. Había comprado un billete de vuelta a Madrid. [Respondí
sorprendido].
- Pedro. ¿Cuánto hace que somos amigos?
- Pues desde hace diez años por lo menos. ¿Pero eso qué
tiene que ver?
- Y después de tantos años. ¿Te atreves a mentirme?
[Preguntó de manera seria].
- ¿Pones en duda mi palabra?
- ¿Te extraña? La acompañas a la estación y a la mañana siguiente
aparece su cuerpo allí con un disparo en la cabeza. ¿No te parece raro?
- Admito que si es raro pero, sabes que yo sería incapaz de
matar a nadie.
Esa situación en la que me encontraba me superaba. Luis
había pasado de ser un viejo amigo a un policía muy cabreado.
De pronto, volvió a cambiar y se calmó. Parecía que tuviera
doble personalidad.
- Mira esta foto. [Dijo tranquilamente mientras deslizaba la
foto sobre la mesa].
Se trataba de la foto que había visto antes puesta en la
pizarra. Mostraba a Gloria tumbada en el
suelo con un orificio en la cabeza. Mis ojos se posaron en el colgante que
llevaba puesto.
- Un segundo… Ese colgante no lo llevaba anoche. [Dije sin
separar la vista de la foto].
- ¿Estas seguro?
- Estoy totalmente seguro. Ese colgante se lo había regalado
yo hacía unos años y me dijo ayer que se le había perdido.
- Por lo que veo, tú llevas uno igual.
- Si. Compré dos. Era nuestro símbolo.
- Sigo sin comprender nada. Me dices que la ves marcharse en
el tren y sin colgante y aparece en la misma estación con el puesto.
Temí que fuera a darle otro cambio de personalidad al ver
que se echaba las manos a la cabeza.
- Luis, esto me supera. ¿Podríamos dejarlo para otro
momento? Por favor.
- De acuerdo Pedro. Pero no te vayas muy lejos. [Dijo
seriamente]. Te voy a dejar volver a tu casa por los años de amistad que
tenemos, pero vas a tener que volver y colaborar.
- No te preocupes. Sabes que volveré. Te pido que seas
discreto, no tengo ganas de que la prensa meta sus narices en esto y me busque
la ruina.
No obtuve respuesta alguna ante mi comentario, por lo cual,
salí de allí y me marche directo a casa.
Cuando entré vi que mi pareja se encontraba en el sofá,
sentada y con cierto gesto de nerviosismo.
Se incorporó rápidamente al verme y se lanzó a abrazarme.
- ¿Cómo ha ido todo? [Preguntó nerviosa]
- Fatal. Sospechan de mí. Incluso Luis.
- Pero eso no puede ser. Es tu amigo. Desde hace muchos años
- Ahora no es más que otro policía.
- ¿Puedes explicarme algo de lo que ha pasado?
- Lo haría cariño, pero ahora mismo estoy de los nervios.
Nada cuadra en esta historia.
- De acuerdo. Será mejor que descanses. Luego con más
tranquilidad hablamos. Me voy. [Dijo dándome un beso].
-Adiós.
Subí las escaleras y me fui directo a la cama. Parecía que
me habían quitado la energía.
No solo me despiertan de madrugada, sino que, además, acaban
acusándome como sospechoso del asesinato de mi amiga. Quería despertar, ver que
todo era un sueño.
Pensando en esto caí rendido al instante y tuve un sueño
algo extraño que recordare siempre.
Iba paseando con Gloria. Íbamos cogidos de la mano, en una
actitud más propia de un apareja. Íbamos hablando de algo, pero no recuerdo de
que.
Cuando llegamos a la estación, ella se abalanzó sobre mí y
me besó con pasión.
Entonces dijo la única frase que recuerdo de ese sueño.
-Cree me que he vivido contigo una experiencia increíble y
no te voy a olvidar. Tengo que marcharme, para siempre. Adiós.
Tras esto, saco el arma de mi bolsillo y le apunto a la
cabeza. Ella se gira y...
El sueño fue tan real que, el sonido del disparo, consiguió
despertarme y se quedó dentro de mi cabeza unos segundos.
No me lo podía creer, hasta mis propios sueños dudaban de
mí.
Cuando desperté eran las cuatro de la tarde y a pesar de no
haber comido nada, no tenía ni pizca de hambre.
Bajé al salón y me puse a ver la televisión. Estaban hablando
sobre el nuevo libro que iba a publicar en una semana. Pero, de pronto la
noticia pasó a ser otra, para ellos, más importante que esta.
- Disculpen que cortemos esta noticia así, pero nos ha
llegado una de última hora sobre el escritor Pedro Ibáñez. Al parecer, ha sido
acusado de homicidio con arma de fuego. La víctima, Gloria Jiménez, de
veintiocho años de edad, Apareció en el
lateral de la estación con un disparo mortal.
Tras escuchar eso no puede evitar apagar la televisión.
¿Cómo demonios se había enterado la prensa de que yo era sospechoso?
Mientras pensaba en esto, la televisión volvió a encenderse. La
imagen se quedó en negro mientras se oía de fondo el sonido de un tren.
Intentaba apagarla con el mando pero no había manera. Seguía
ese sonido de fondo cada vez más fuerte.
La pantalla de pronto se iluminó y apareció la imagen de
gloria que me había enseñado Luis, en la que la veía tumbada en el suelo con el
disparo.
Esta vez se veía, pero no se oía. Hasta que, Me sobresaltó
una voz proveniente de la tele.
- Pedro. El culpable de todo esto esta más cerca de lo que
crees
Aunque la voz se oía distorsionada, parecía claramente la de
Gloria. ¿Era posible?
- ¿Gloria? ¿Eres tú?
- Atrapa a Luis. [Dijo segundos antes de apagarse la tele].
¿A qué se refería con eso de que atrapara a Luis? En ese
momento no lo comprendía pero más tarde lo entendí.
Oí que la puerta se abría y apareció Maria.
- ¿Qué haces ahí de pie frente a la tele?
- Es difícil de explicar la verdad. ¿Qué pensarías si te
digo que he oído a Gloria en tele?
- Es normal que la eches de menos y por eso la imagines. O
eso o estas como una cabra. [Dijo para intentar que sonriera].
Tras ese comentario no pude evitar soltar una pequeña
sonrisa. Era lo que siempre me había atraído de ella. Sabía animarme en
cualquier momento. No se que haría sin ella.
Fui directo a abrazarla y no pude aguantar más las lagrimas.
Estuve unos segundos llorando en su hombro hasta que me serené y le di las
gracias con un profundo beso.
Cogí mi móvil y llamé rápidamente a Luis.
- Dime Pedro
- ¿Estas en tu oficina?
- Si, aquí estoy. Esperando a que vengas.
Tras esa frase, colgué y me marche a verlo.
Llegue a la oficina y lo vi mirando la pizarra con la famosa
foto.
- Por fin llegas Pedro. Vente, vamos a investigar de nuevo
en la estación. Dijo mientras salía por la puerta.
Sin decir nada, decidí seguirle. Nos montamos en su coche y
fuimos de nuevo a la estación del barrio del Carmen.
Comenzamos a caminar por el lateral de las vías hasta que ya
no se veía a nadie. Estábamos completamente solos en esa especie de descampado.
- Cuéntame Luis. ¿Por qué la mataste? [Pregunté de espaldas
a el].
- Veo que te has enterado [Dijo en trono sumamente
tranquilo].
- Si. Una vieja amiga me lo ha mostrado. Lo que no me ha
conseguido decir es cómo lo hiciste.
- Como después de esto voy a matarte, te lo contaré. [Dijo
sacando su arma]. ¿Nunca has oído hablar de los misterios de los trenes que
salen a partir de media noche de Madrid? esa noche estaba en Madrid, esperando
a que ella llegara. Cuando la vi comencé a hablar con ella para convencerla de
que volviera conmigo. Decía que lo había pasado muy bien conmigo pero que se
iba a marchar para siempre y lo nuestro
no podía ser. No me quedó otra cosa que matarla. Sabía que tarde o temprano volvería
a Murcia para verte. Si no era mía, no era de nadie.
Tras matarla, con la ayuda de unos amigos metimos el cadáver
de tu amiga en el vagón como una pasajera más.
- No eres más que un maldito lunático. Claro que vendría a
verme. Éramos amigos de toda la vida, pero nada más.
- No te hagas el tonto. Desde que empezó a hacerte las visitas
nuestra relación se fue yendo al traste.
- ¿Y piensas que es por mi culpa? Ni siquiera sabía que os
conocíais. ¿En serio vas a matarme así sin más?
- Por supuesto, ya lo tengo todo pensado. Huiste, intenté
detenerte, me sacaste un arma y rápidamente tuve que matarte. Yo seré un héroe
y tu un asesino abatido.
No podía creer la situación. Un amigo de toda la vida, me
estaba apuntando con una pistola y ya tenia todo planeado para después de mi
asesinato.
En ese momento, unos arbustos que había a nuestro lado,
comenzaron a moverse. De ellos, salió una chica, que nos resultó familiar a los
dos.
- ¿Gloria? [Preguntamos los dos al unísono].
- No puede ser. ¡Estas muerta! [Gritó Luis].
- ¿Estas seguro Luis? [Preguntó Gloria mientras se
acercaba].
- Pues claro que si. ¡Yo te maté¡ [Grito con ira Luis
mientras disparaba su arma hacia ella].
Las balas la atravesaban sin hacerle rasguño alguno.
Cuando vio que los disparos no le hacían nada, comenzó a
correr por el lateral de la vía olvidándose incluso de mí.
- Es rápido corriendo ¿eh? [Dijo alguien detrás de mí].
Me gire y pude comprobar con alivio que se trataba de Maria.
- ¿Qué haces aquí?
- Una vieja amiga tuya me trajo hasta aquí [Dijo sonriendo].
Mire a mi alrededor y ya no se encontraba Gloria por ninguna
parte.
Salimos de allí y comenzamos a oír gritos y sirenas de
ambulancia, pero preferimos no pararnos a saber de que se trataba.
Cuando llegamos a casa, la tele estaba encendida y estaba el
telediario.
- Nos ha llegado una
noticia de última hora. El agente Luis Pérez del cuerpo de policía de Murcia,
ha muerto hoy lanzándose a las vías del tren que venia de Madrid. También
tenemos las imágenes de un video aficionado en la que el agente afirma ser el
asesino de Gloria Jiménez.
La tele se volvió a apagar sola haciendo que Maria y yo nos
miráramos.
Subimos a la habitación y, encima de la cama, encontramos el
colgante que le había regalado a Gloria y que llevaba el día de su muerte.
Ahí comprendí que la amistad puede llegar más allá de la vida
y que ahora por fin descansará en paz.
© Pedro Ibáñez Béjar
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