miércoles, 24 de abril de 2024

El retorno del olvidado. Día 1 (Hospedaje)

 

Septiembre de 2023

Más de una vez he hablado de lo tétricos que pueden llegar a ser los hoteles.

Lugares destinados al descanso de la gente y, a su vez, hogar temporal de personajes indeseables, testigo de trapicheos, extorsiones, asesinatos…

Si las paredes de las habitaciones pudiesen hablar estoy seguro de que podríamos obtener un montón de historias increíbles.

Hoy, tras una larga pausa en este blog, quiero volver a contaros historias vividas es este periodo de tiempo desaparecido.

Es el momento de coger una vela y con el siniestro contoneo de su llama, dejarte guiar por este relato de terror.

Quiero empezar por la historia que viví junto a mis compañeros del programa, José, Manuel y Chema.

Nos dirigimos a hacer una investigación en Baños de Mula, un pueblo de Murcia, enormemente conocido por sus baños termales.

En aquella zona teníamos dos puntos con bastante actividad paranormal que ya habíamos visitado antes.

Pese a que ese era el motivo principal por el que estábamos allí, nos dimos cuenta de que no era más que una excusa, ya que nos habíamos ido con ropa y provisiones para tres días.

Lo que queríamos en realidad era pasar algo de tiempo juntos en calidad de amigos.

El punto de encuentro fue en el centro de Murcia, un viernes sobre las 20:00, hora que nos pillaba a todos libres.

Cargamos el coche, conectamos la emisora Rock fm y poco a poco fuimos dejando atrás la carretea con todo un fin de semana por delante.

    A parte de toda la comida y bebida ¿Os habéis acordado de traer aparatos para investigar? [Preguntó riendo José].


    Sí, hombre, claro [Respondió Manu]. Me he traído la spitit box y unos sensores.


    Yo he traído unas cuantas cámaras con trípode para ir colocando por distintos puntos.


    Así me gusta. [Dijo José]. Me alegra ver que habéis traído  algo más que cerveza.


Continuamos el resto del viaje conversando sobre cosas triviales como amores, trabajo, familia. Los temas iban saltando de uno a otro.

Pasaron unos treinta minutos desde la salida cuando José tomó un desvío por un camino de tierra indicándonos que ya estábamos llegando.

    Ya hemos llegado. [Dijo José deteniendo el vehículo].


    ¿No había otro sitio para aparcar, José? [Pregunté mirando alrededor].


    Eres único, “Kiko” [Dijo Manu con gesto de sorpresa]. Solo a ti se te ocurría aparcar junto al contenedor de basura teniendo huecos por ahí.


    Bueno, ya estamos aquí ¿No? ¿Qué más da? Lo importante es pagar y empezar a subir las cosas, que tenemos un montón.


    ¿Es este el sitio? [Pregunté asombrado] Espero que por dentro esté mejor…


La fachada se encontraba llena de desconchones y mucha suciedad. En el suelo aún se encontraban los trozos que se habían caído.

Al entrar nos recibió uno de los duelos al que apodé “El rey de oros” por su extraño parecido con el personaje de esa carta.

Se encontraba tumbado en una vieja mecedora viendo una película en un antiguo y polvoriento televisor en lo que, según su página web, era el bar. Ahora era un cuarto lleno de mantas viejas, trastos, polvo y suciedad. Todo era un auténtico desastre.

Mi vista se desvió hacia Manuel quien ya se encontraba mirándome y aguantando la risa.

Tras pagar y charlar un rato con el hombre comenzamos a subir todas las cosas al apartamento que, para colmo, era el último y sin ascensor.

Hasta tres viajes hicimos por aquellas viejas y circulares escaleras para llevarlo todo e instalarnos por fin en él.

Este contaba con un salón-comedor y un pasillo que permitía el acceso a dos habitaciones, un aseo y un baño termal privado.

Todas las estancias estaban decoradas con desconchones, golpes, arañazos y mucha suciedad, pero, aun así, era nuestro rincón, era nuestra escapada.

    Hogar… ¿Dulce hogar? [Pregunté observando el lugar].


    Es increíble, “macho”, está igual que cuando veníamos de pequeños. [Dijo José dejando el macuto].


    Y por lo visto no lo limpian desde entonces. [Remató Manu entre risas].


    Bueno, bromas aparte, voy a ponerme con lo verdaderamente importante. [Dije metiendo las cervezas y la comida al frigorífico].


    Así me gusta, Pedro. [Dijo Manuel dejando acercándose para ayudarme]. Esa es la actitud.


Tras colocarlo todo en su sitio llegaba el momento de asignarnos las habitaciones que, para ser sinceros, eran igual de siniestras.

Azulejos grises y grandes en las paredes, un pequeño mueble de madera con tres cajones, un espejo sobre este y, lo que más me perturbaba, una silla colocada en la esquina mirando hacia la cama.

En ese mismo rincón se encontraba una ventana a pie de calle adornada con unas cortinas amarillentas.

Ese cuarto era digno de uno de mis relatos de terror.

Colocamos todas nuestras cosas y seguidamente nos preparamos algo para cenar y planeamos la investigación de esa noche.

Habíamos decidido ir al cerro de la Almagra, ya que prácticamente acabábamos de llegar y quedaba a cinco minutos de nuestro apartamento. Iba a ser una investigación rápida y sencilla.  


Cogimos los aparatos necesarios y echamos a andar hasta el sitio.

Recorrimos aquella calle cuesta abajo, bajo el silencio de la noche, mientras contemplábamos el vasto terreno del cerro.

Accedimos y comenzamos a colocar algunos aparatos. Solo teníamos cuatro sensores de movimiento, por lo que los colocamos a lo largo de toda la zona, con mucha distancia entre sí.

Tras ponerlos y comprobar que funcionaban, nos colocamos en un punto intermedio entre estos y nos quedamos ahí, parados, en silencio.

    Como impone estar en este sitio ¿Verdad? [Pregunté mirando a mi alrededor]. Tan extenso, tan oscuro, tan silencioso…


    Y Tanto. [Respondió Manu]. No sé cuántas veces habré venido aquí y me seguirá dando impresión.


    Espero que tengamos tanta suerte como la última vez. [Dijo José mirando a Manu].


    ¿Tuvisteis mucha actividad? [Pregunté intrigado].


    No te haces una idea, Pedro. [Respondió Manu]. Todo empezó con un ruido lejano, como de algo metálico y muy grande. A partir de ahí comenzaron los sucesos extraños. El más importante fue el de las piedras.


    ¿Piedras? [Pregunté]. ¿Qué pasó?


    Lo llaman litotelergia. [Dijo José]. Se trata del lanzamiento de piedras de manera sobrenatural. Recuerdo que no nos las lanzaron fuerte, sino que las dejaban caer a nuestro lado.


Nos quedamos los tres ahí, en silencio, casi como si supiéramos que pronto ocurriría algo.

Lo único que se escuchaba era la suave brisa que acariciaba los arbustos del lugar.

Tal y como imaginábamos, el silencio se vió interrumpido por un fuerte estruendo. Este fue tal y como ellos lo habían descrito.

    Ahí está. [Dijo Manu]. Prepárate, Pedro, porque ahora es cuando empieza todo.


No voy a negar que, al decirme eso, comenzaron a darme los sudores fríos. Tragué saliva y me preparé para lo que estaba por suceder.

Nuevamente nos quedamos  callados, a la espera de cualquier evento extraño, cosa que no tardó demasiado en ocurrir.

Empezó como algo lejano, pero, poco a poco, se iba oyendo más cerca de nosotros.

Aún resuena en mi cabeza ese ruido. No había duda, era el sonido de un grupo de piedras pequeñas cayendo al suelo.

    A eso nos referíamos, Pedro. [Dijo Manu mirando alrededor].


    Están cayendo piedras ¿Verdad? [Pregunté]. Las oigo cerca.


    Caen alrededor, pero nunca te dan. [Dijo José]. Eso es lo bueno. Sea lo que sea, no es malo del todo.


Poco a poco el ambiente se iba haciendo cada vez más denso.

    ¿Notáis eso? [Pregunté mirando a mi alrededor].


    Tengo una sensación muy rara. [Dijo Manu]. Es como si…


    Como si no estuviéramos solos. [Remarcó José].


    JODER, “MACHO”. [Gritó José]. ¿Lo estáis oyendo?


En ese momento, comenzamos a escuchar unos pasos lejanos que poco a poco iban acelerando la marcha.

De pronto nos sobresaltamos al escuchar saltar uno de los detectores de movimiento que habíamos colocado al fondo.

Nos fuimos acercando, con cierta cautela, para observar si se trataba de algún animal que hubiera pasado por delante.

Cuál fue nuestra sorpresa cuando, al llegar, vimos que no había nada frente a este, pero aún seguía sonando.

Para hacer más extraña la situación, si es que es posible, este sensor dejó de sonar y comenzó a hacerlo otro.

El susto fue enorme cuando, en intervalos de pocos segundos, comenzaron a activarse los demás de manera aleatoria. Era como si hubiera algo ahí riéndose de nosotros.

Ahí estábamos los tres, en círculo, mirando a nuestro alrededor. Asombraba ver que, lo que antes era el silencio de la noche ahora era un cúmulo de ruidos que nos ponían la piel de gallina.

Para hacerlo más aterrador, entre el escándalo de los sensores podían escucharse los pasos, esta vez en carrera, alrededor de nosotros.

De pronto las piedras, que antes caían levemente en el suelo, ahora impactaban directamente contra nosotros.

    ¿PERO QUÉ COJONES ESTÁ PASANDO? [Gritó José tapándose la cara].


    ¡NO LO SE, KIKO, PERO VÁMONOS DE AQUÍ! [Gritó manu agitado].


Salimos corriendo del lugar intentando alejarnos de esa entidad que ya no sólo interactuaba, si no que llegaba a provocar daños físicos.

A medida que nos alejamos parecía que todo se iba relajando.

    ¡CHICOS, PARAD!  [Grité tras detenerme en seco].


    ¿Qué ocurre? [Preguntó Manu tomando aire al ver que estaba todo más tranquilo.


    Mirad. [Respondí señalando].


    Ese es nuestro detector de movimientos. [Dijo José con cierta confusión].


    No puede ser ¿Eso quiere decir que estamos andando en círculos? [Preguntó Manu].


    Imposible. [Respondí tajante]. Corríamos en dirección a la carretera, a parte, es un maldito descampado, no un bosque.



Comenzamos a caminar de manera rápida de nuevo en dirección a la salida, pero, para nuestra sorpresa, ocurría algo realmente extraño. Por mucho que avanzabamos, la distancia siempre parecía la misma.

Comenzaron de pronto a escucharse de nuevo esas pisadas veloces, como si alguien estuviera corriendo a nuestro alrededor.

    Otra vez… ¿QUÉ DEMONIOS ERES? [Preguntó Manu a gritos].


    No saldréis de aquí… [Susurró una voz sobre nosotros].


De pronto, una neblina comenzó a cubrirlo todo, haciendo que nos sumiesemos en una profunda oscuridad.

Pude ver como Jose y Manu desaparecen en esta sin poder hacer nada.

En ese momento el silencio se hizo. No escuchaba nada, no veía nada. ¿Ese era nuestro final? ¿De verdad íbamos a acabar así?

Me percaté de que no solo había ausencia de luz, sino también de oxigeno. Sentía que me faltaba el aire, no podía respirar.

Ahí estaba. A oscuras, en silencio, solo, de rodillas y luchando por una bocanada de aire.

Como si de un milagro por mis plegarias se tratase, el oxígeno comenzó a entrar en mi, permitiendome respirar de nuevo.

La neblina se fue deshaciendo y la luz comenzaba a entrar de nuevo permitiendo ver de nuevo.

Manu y Jose se encontraban también en el suelo, por sus movimientos, se notaba que les había ocurrido lo mismo que a mi.

Me vi sobresaltado entonces por un sonido. Se trataba de mi teléfono móvil. Al sacarlo, vi que en la pantalla aparecía el nombre de Silvia.

    Noche “movidita” ¿Verdad? [Preguntó al otro lado del teléfono].


    No entiendo como lo haces para enterarte de todo, de verdad… Pero muchas gracias.


    No me las des todavía.  Tenéis que iros allí cuanto antes. No creo que pueda retenerlo mucho tiempo.


    Vamos. [Dije levantando a Manu]. Tenemos que marcharnos.

    ¿Qué ha pasado? [Preguntó José desorientado].


    No hay tiempo. [Contestandole mientras lo levantaba]. después oslo explico. Ahora es el momento de salir de aquí.


Ahí estábamos, huyendo con cierto tambaleo por todo lo sucedido, deseando salir y llegar al dichoso hotel.

Recuerdo ese momento de girar la llave de nuestra habitación y ver que pofín nos encontrábamos en un sitio seguro.

    Jamás pensé que me alegraría tanto de llegar a este cuchitril. [Dije riendome mientras cruzaba la puerta].


    Voy a por un litro de cerveza, creo que nos lo hemos ganado.


    Oye y si mejor… [Dije señalando a la puerta que había en medio del pasillo].  Coge la nevera.


    Me gusta la idea. [Respondió Manu].


Abrimos la puerta. Vino a mí un gran calor y un intenso olor a humedad.

Descendimos con cuidado las pequeñas escaleras que llevaban hasta el agua y nos fuimos metiendo poco a poco.

El último en hacerlo fue José, ya que llevaba consigo una nevera de playa llena de cervezas que colocó en una repisa que había al lado.

    Un baño termal privado. Esto es un maldito lujo. [Dije cerrando los ojos tras pegarle un trago a la cerveza.].


    Y que lo digas. [Dijo Manu levantando su lata]. Un brindis por nosotros, chicos.


    Oye, a todo esto. [Dijo José]. No nos has explicado lo que ha pasado.


    Cierto… [Dije antes de dar otro trago]. En realidad no que de que se trataba, porque era una entidad muy fuerte, por lo que habéis comprobado. Hace un tiempo conocí a una chica por internet en el tiempo que estuve tan desaparecido. Pronto se creó un vínculo enorme entre los dos. La cosa es que ella es… Bruja. No se como demonios explicarlo, porque no le encuentro lógica, pero es capaz de ver y hacer cosas increíbles, como lo de ahora.


    ¿Es la persona que te ha llamado? [Preguntó José].


    Si. [Respondí]. Sabía lo que estaba pasando, incluso estando fuera del país y consiguió retener a lo que sea que fuera eso para que nosotros escaparamos. Gracias a ella estamos vivos.


El silencio se hizo en el lugar.

    En ese caso… [Dijo José levantando su lata]. Un brindis por Silvia, que nos ha salvado la vida].


En medio del disfrute del baño y la cerveza, llegamos a la conclusión de que sábado y domingo no íbamos a investigar. Ya habíamos tenido bastante. Queríamos aprovechar para relajarnos.

    Dios, son las cinco y veinte de la mañana [Dijo Manu mirando el móvil]. Voy a salir y a acostarme, menudo día.


    Pues sí. [Respondí saliendo del agua]. Mejor ir a dormir porque estoy viendo que nos ahogamos al final


Ascendimos los tres las escaleras, casi a cámara lenta, para evitar resbalones.

Cuando salí yo, que era el ultimo, cerré la puerta de los baños y me quedé parado en el pasillo.

    Pedro ¿Qué pasa? [Preguntó José al ver mi cara].


    No… Nada… [Respondí sin mirarlo].


    Te conozco, Pedro. [Dijo Manu]. Algo estás notando].


    Tengo la sensación de estar rodeado de mucha gente. [Respondí]. Siento un montón de ojos observandome.


Era extraño. No veía nada, pero sentía como, en los marcos de las puertas de las habitaciones, había gente de pie, mirando fijamente.

La sensación se fue desvaneciendo y me iba relajando. Lo achaqué al estrés de lo sucedido, por lo que les dije que hicieramos caso omiso y nos fueramos a dormir.

Fue en mi cuarto que, al coger el móvil, me percaté de que tenía llamadas y un mensaje de Silvia.

Pedro, he intentado contactar contigo, pero no ha habido suerte. Tened mucho cuidado, ese ser os ha seguido. Está con vosotros, os está observando. Tenéis que salir de allí.


Justo al terminar de leer el mensaje comencé a sentirlo de nuevo. Otra vez esa extraña sensación.

Ese sudor frio, ese miedo que te paraliza hasta el punto de no poder ni hablar. Esa sensación de que algo malo va a ocurrir.

Sabía perfectamente que había alguien detrás de mí. Alguien que me miraba fijamente y bastante cerca, ya que podía notar su aliento…

 

 CONTINUARÁ

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