Septiembre 2004
Anteriormente, en este diario,
mencioné mi extraña experiencia con los espejos.
Tras contárselo a mis compañeros
Alejandro
García “Alex” y Jesús López, decidimos visitar la famosa casa de los espejos.
Es el
momento de coger una vela y, con el siniestro contoneo de su llama, dejarte
guiar por esta historia aterradora.
Me reuní con ellos por la tarde
tras decirle a mi madre que iba a estar un rato en la casa de Alex.
Aún recuerdo ese temor al caminar
junto a esa casa tan siniestra, incluso a plena luz del día.
Verla no inspiraba confianza. Fachada
desconchada, ventanas destrozadas, césped descuidado y una valla oxidada que
rodeaba todo el terreno.
- Mirad. Por aquí es por donde
suele entrar la gente. [Dijo Alex señalando un hueco que había en la valla].
- Pues entremos. [Dije colándome
por el hueco].
Recorrimos el patio en completo
silencio por el temor de ser descubiertos por algún adulto y que llamaran a
nuestros padres.
Nos adentramos en la casa con
mucho cuidado, observando cada desperfecto que tenía.
He de admitir que la sensación al
estar ahí dentro era de agobio. Sentía una extraña fuerza sobre mí.
Aún puedo recordar cómo era la
casa. Podría recorrerla entera con los ojos cerrados.
Nada mas entrar, nos encontramos
con un amplio recibidor completamente destrozado y con pintadas en la pared.
Continuamos por la derecha hasta
el comedor, en el que aún quedaba algunos libros en la estantería y algunos
muebles polvorientos.
- Busquemos el baño. [Dijo Jesús].
Allí seguro que habrá algún espejo.
- Tienes razón. [Respondí mirando
de un lado a otro].
- Mejor nos separamos para
investigar mejor. Al no ser que tengáis miedo. [Dijo con tono burlón].
La verdad es que no me apetecía la
idea para nada, pero, solo por cómo lo dijo, acepté.
Continué solo por el pasillo,
abriendo con temor todas las puertas que me encontraba a mi paso sin encontrar
nada raro.
De pronto, en el piso de arriba,
se comenzaron a escuchar unos pasos acompañados de una risa de niña.
Rápidamente corrí al punto de
encuentro, junto a Alex y Jesús que se encontraban mirando las escaleras.
- Mejor nos marchamos ¿No?
[Preguntó Alex con voz temblorosa].
- ¡Ni hablar! [Contestó Jesús].
Era eso lo que estábamos buscando. Subamos a ver de qué se trata.
Nos miramos unos segundos y, tras
tomar aire, subimos poco a poco las escaleras para descubrir el origen del ruido.
Aún tengo grabado en mi mente el
crujido de las escaleras mientras avanzábamos. Era aterrador.
Volvieron a escucharse las pisadas
junto a la risa, pero esta vez acompañadas de un portazo.
Continuamos por el pasillo hasta
la puerta que se había cerrado y nos detuvimos temblorosos ante ella.
- Vamos. [Dijo Jesús abriendo la
puerta].
La habitación se encontraba
completamente llena de espejos. Era bastante inquietante.
Alex fue a dar el primer paso,
pero lo detuve poniéndole la mano en el hombro. Me había percatado de algo muy
importante.
- ¿Qué ocurre? [Preguntó intrigado
Alex].
- Mira la camiseta de Jesús.
[Contesté]. Las letras… están al revés, como si se vieran en un espejo…
Jesús se paró justo en el centro
la habitación en completo silencio. Me miraba reflejado en el espejo que tenía
justo enfrente y sonreía de forma preocupante.
- Veo que te has dado cuenta…
[Dijo Jesús sin quitarme los ojos de encima]. Ya puedes salir, Amanda…
- ¿Amanda? ¿Quién es Amanda?
[Pregunté asustado].
En ese momento, los espejos se
iluminaron y, entre ellos, empezó a apreciarse una silueta.
- Por fin nos conocemos, Pedro.
[Dijo la extraña niña acercándose a mí].
- ¿Cómo sabes mi nombre?
- Digamos que un amigo tuyo me ha
hablado mucho de ti. [Dijo señalando al espejo].
Ahí estaba, mi otro yo, ese
maldito reflejo con el que me había enfrentado anteriormente en mi casa. En su
cara podía apreciarse las ganas de venganza.
En un abrir y cerrar de ojos nos
encontramos frente a Amanda, y nuestros dobles.
Pude divisar al autentico Jesús al
otro lado del espejo golpeándolo con todas sus fuerzas y pidiendo salir, pero
no se le oía.
Alex tiró de mí con todas sus
fuerzas para que nos fuéramos de ahí cuanto antes.
Corrimos todo lo que pudimos y
descendimos las escaleras, pero, para nuestra sorpresa, acabamos de nuevo
frente a ellos.
Descendimos las escaleras una y
otra vez sin resultado. Siempre aparecíamos en el mismo sitio.
- No podréis escapar. Es la hora
de jugar [Dijo Amanda sonriendo].
¿Qué podíamos hacer? No había
forma alguna de escapar de aquel infierno. Nuestro final era inminente.
Aún recuerdo a esos seres, que
poseían nuestra apariencia, acercándose lentamente hacia nosotros.
- ¿Quién demonios eres? ¿Qué quieres
de nosotros? [Pregunté gritando con todas mis fuerzas].
- Tú mismo te has respondido [Dijo
Amanda sonriendo]. Soy ese ser del averno que todo el mundo teme. Puedes
llamarme Demonio, Diablo, Satán, Belcebú…. Tú eliges.
En ese momento me di cuenta de que
era un tema muy serio. Una cosa era enfrentarse a un espíritu cabreado y, otra
muy distinta enfrentarse al mismísimo demonio.
Unas sirenas interrumpieron la
escena. Recuerdo el destello de unas luces azules atravesando la ventana.
Escuchamos unas pisadas rápidas
desde la entrada. Velozmente ascendieron las escaleras hasta nuestro encuentro.
- Chicos, no podéis estar aquí
¿por qué habéis venido?
-Señor agente, ellos…
No pude ni terminar la frase.
Tengo grabada la escena en mi mente. La niña tenía la mano dentro del pecho del
agente.
Vi como le arrancaba el corazón
frente a mí sin poder hacer nada al respecto.
Volvimos a correr escaleras abajo
mientras se ocupaba del policía y esta vez funcionó. Una vez en la planta baja
corrimos todo lo que pudimos hasta dejar la casa atrás.
Sin saber el por qué, me detuve y
miré de nuevo hacia ella. Ahí estaba, mirándome fijamente, en la ventana.
- Algún día volverás. Recuerda que
yo siempre estoy acechando en la oscuridad. Nunca te desharás de mí…