sábado, 6 de septiembre de 2014

La visita a la casa de los espejos



Septiembre 2004


Anteriormente, en este diario, mencioné mi extraña experiencia con los espejos.
                                             
Tras contárselo a mis compañeros Alejandro García “Alex” y Jesús López, decidimos visitar la famosa casa de los espejos.



Es el momento de coger una vela y, con el siniestro contoneo de su llama, dejarte guiar por esta historia aterradora.


Me reuní con ellos por la tarde tras decirle a mi madre que iba a estar un rato en la casa de Alex.

Aún recuerdo ese temor al caminar junto a esa casa tan siniestra, incluso a plena luz del día.

Verla no inspiraba confianza. Fachada desconchada, ventanas destrozadas, césped descuidado y una valla oxidada que rodeaba todo el terreno.

- Mirad. Por aquí es por donde suele entrar la gente. [Dijo Alex señalando un hueco que había en la valla].

- Pues entremos. [Dije colándome por el hueco].

Recorrimos el patio en completo silencio por el temor de ser descubiertos por algún adulto y que llamaran a nuestros padres.

Nos adentramos en la casa con mucho cuidado, observando cada desperfecto que tenía.

He de admitir que la sensación al estar ahí dentro era de agobio. Sentía una extraña fuerza sobre mí.

Aún puedo recordar cómo era la casa. Podría recorrerla entera con los ojos cerrados.

Nada mas entrar, nos encontramos con un amplio recibidor completamente destrozado y con pintadas en la pared.

Continuamos por la derecha hasta el comedor, en el que aún quedaba algunos libros en la estantería y algunos muebles polvorientos.

- Busquemos el baño. [Dijo Jesús]. Allí seguro que habrá algún espejo.

- Tienes razón. [Respondí mirando de un lado a otro].

- Mejor nos separamos para investigar mejor. Al no ser que tengáis miedo. [Dijo con tono burlón].

La verdad es que no me apetecía la idea para nada, pero, solo por cómo lo dijo, acepté.

Continué solo por el pasillo, abriendo con temor todas las puertas que me encontraba a mi paso sin encontrar nada raro.

De pronto, en el piso de arriba, se comenzaron a escuchar unos pasos acompañados de una risa de niña.

Rápidamente corrí al punto de encuentro, junto a Alex y Jesús que se encontraban mirando las escaleras.

- Mejor nos marchamos ¿No? [Preguntó Alex con voz temblorosa].

- ¡Ni hablar! [Contestó Jesús]. Era eso lo que estábamos buscando. Subamos a ver de qué se trata.

Nos miramos unos segundos y, tras tomar aire, subimos poco a poco las escaleras para descubrir el origen del ruido.

Aún tengo grabado en mi mente el crujido de las escaleras mientras avanzábamos. Era aterrador.

Volvieron a escucharse las pisadas junto a la risa, pero esta vez acompañadas de un portazo.

Continuamos por el pasillo hasta la puerta que se había cerrado y nos detuvimos temblorosos ante ella.

- Vamos. [Dijo Jesús abriendo la puerta].

La habitación se encontraba completamente llena de espejos. Era bastante inquietante.

Alex fue a dar el primer paso, pero lo detuve poniéndole la mano en el hombro. Me había percatado de algo muy importante.

- ¿Qué ocurre? [Preguntó intrigado Alex].

- Mira la camiseta de Jesús. [Contesté]. Las letras… están al revés, como si se vieran en un espejo…

Jesús se paró justo en el centro la habitación en completo silencio. Me miraba reflejado en el espejo que tenía justo enfrente y sonreía de forma preocupante.

- Veo que te has dado cuenta… [Dijo Jesús sin quitarme los ojos de encima]. Ya puedes salir, Amanda…

- ¿Amanda? ¿Quién es Amanda? [Pregunté asustado].

En ese momento, los espejos se iluminaron y, entre ellos, empezó a apreciarse una silueta.

- Por fin nos conocemos, Pedro. [Dijo la extraña niña acercándose a mí].

- ¿Cómo sabes mi nombre?

- Digamos que un amigo tuyo me ha hablado mucho de ti. [Dijo señalando al espejo].

Ahí estaba, mi otro yo, ese maldito reflejo con el que me había enfrentado anteriormente en mi casa. En su cara podía apreciarse las ganas de venganza.

En un abrir y cerrar de ojos nos encontramos frente a Amanda, y nuestros dobles.

Pude divisar al autentico Jesús al otro lado del espejo golpeándolo con todas sus fuerzas y pidiendo salir, pero no se le oía.

Alex tiró de mí con todas sus fuerzas para que nos fuéramos de ahí cuanto antes.

Corrimos todo lo que pudimos y descendimos las escaleras, pero, para nuestra sorpresa, acabamos de nuevo frente a ellos.

Descendimos las escaleras una y otra vez sin resultado. Siempre aparecíamos en el mismo sitio.

- No podréis escapar. Es la hora de jugar [Dijo Amanda sonriendo].

¿Qué podíamos hacer? No había forma alguna de escapar de aquel infierno. Nuestro final era inminente.

Aún recuerdo a esos seres, que poseían nuestra apariencia, acercándose lentamente hacia nosotros.

- ¿Quién demonios eres? ¿Qué quieres de nosotros? [Pregunté gritando con todas mis fuerzas].

- Tú mismo te has respondido [Dijo Amanda sonriendo]. Soy ese ser del averno que todo el mundo teme. Puedes llamarme Demonio, Diablo, Satán, Belcebú…. Tú eliges.

En ese momento me di cuenta de que era un tema muy serio. Una cosa era enfrentarse a un espíritu cabreado y, otra muy distinta enfrentarse al mismísimo demonio.

Unas sirenas interrumpieron la escena. Recuerdo el destello de unas luces azules atravesando la ventana.

Escuchamos unas pisadas rápidas desde la entrada. Velozmente ascendieron las escaleras hasta nuestro encuentro.

- Chicos, no podéis estar aquí ¿por qué habéis venido?

-Señor agente, ellos…

No pude ni terminar la frase. Tengo grabada la escena en mi mente. La niña tenía la mano dentro del pecho del agente.

Vi como le arrancaba el corazón frente a mí sin poder hacer nada al respecto.

Volvimos a correr escaleras abajo mientras se ocupaba del policía y esta vez funcionó. Una vez en la planta baja corrimos todo lo que pudimos hasta dejar la casa atrás.

Sin saber el por qué, me detuve y miré de nuevo hacia ella. Ahí estaba, mirándome fijamente, en la ventana.

- Algún día volverás. Recuerda que yo siempre estoy acechando en la oscuridad. Nunca te desharás de mí…

sábado, 5 de julio de 2014

No hay final para el misterio



Noviembre 2015


- Bienvenidos, bienvenidas, esto es la frecuencia fantasma…

En ese momento comenzó a sonar la música que indicaba el inicio del programa de radio.

No podía creer que esa sería la última vez que escuchara esa sintonía tras treinta episodios, contando este último.

Su presentador, mi gran amigo Salva, había decidido poner fin al programa tras la mala experiencia en mi casa de la playa.

La historia que aquí relato trata de mi hospedaje con él y nuestro amigo Manuel Paredes.

Queríamos hacer un viaje largo para disfrutar de la vida y olvidar, por un tiempo, todo lo referente a la parapsicología

Es el momento de coger una vela y, con el siniestro contoneo de su llama, dejarte guiar por esta historia aterradora.

Era una noche fría y lluviosa. Nos encontrábamos circulando por la carretera que se encontraba totalmente desierta.

- Mira Pedro, ese es el hotel. [Dijo Salva].

- A si es, Hotel San Francisco. [Dijo Manuel].

- Pues si, vamos a ver si hemos hecho bien en reservar aquí. [Dije esbozando una sonrisa]. 

Tras echarnos unas risas recordando antiguos hoteles en los que nos habíamos hospedado y que dejaban mucho que desear, salimos del coche para refugiarnos rápidamente en el hotel.

El botones, equipado con un gran paraguas, portó nuestras maletas hasta el interior.

-  Ahí enfrente tienen el mostrador, vaya ha avisar al dueño. Su nombre es Luis. Si necesitan algo no duden en pedírmelo. Buenas noches.

- De acuerdo, eso haremos. [Respondí]. Muchas gracias.
                                                                                                                      
Fuimos al mostrador para avisar al dueño y que nos diera la habitación.

El hotel estaba completamente restaurado pero aun así, mantenía su forma original después de tantos años. Según me habían informado, este edificio se construyó en los años sesenta.

- Muy buenas señores. Pedro ¿Verdad? [Preguntó sonriendo].

- Si. [Respondí sorprendido].

- Es difícil olvidarse, ya no viene mucha gente por aquí. Su habitación es la 115. Soy Luis, el dueño de este hotel. Si necesitáis algo no dudéis en pedírmelo. Voy a por la llave.

-De acuerdo. [Dije apoyando mis manos en el mostrador].

- Mientras tanto yo les voy subiendo su equipaje a su puerta [Dijo el botones].

- No es necesario, de verdad, nosotros lo subimos sin problemas [Respondí].

- He de insistir caballeros, es mi trabajo [Respondió mientras cogía nuestras mochilas].

- Esta bien, ahora vamos [Dijo Salva].

El botones se monto en el ascensor con nuestras mochilas y subió.
En ese momento el dueño apareció de nuevo.

- Aquí tienen su llave caballeros. Por cierto ¿Me habían dicho algo? Me había parecido oírles [Preguntó Luis].

- No. Estábamos hablando con el botones, que ha insistido mucho en llevar nuestras mochilas.

En ese momento la cara del dueño se transmutó. Su sonrisa paso a ser una mueca de preocupación.

- ¿Ocurre algo? [Preguntó Manuel un tanto preocupado por su cara]

- Veréis. Me resulta algo extraño, porque nosotros no tenemos botones.

En ese momento nos miramos los tres y todos pensamos lo mismo. Nos habían robado.

- Pero ¿Por qué para huir se ha montado en el ascensor? [Pregunte en voz alta]. Lo normal es que se escapara hacia la calle ¿no?

- Perdona, ¿Ha dicho que se ha montado en el ascensor? [Preguntó sorprendido].

- Si… [Respondí dudoso].

-Señores. Ese ascensor no funciona. La semana que viene llegara el técnico para arreglarlo.

Nos iba llegando una sorpresa tras otra y ya no sabíamos que hacer.

El dueño salio del mostrador, se coloco en la puerta del ascensor y pulso el botón.

Tal y como había dicho, el ascensor no hacia gesto alguno de que fuera a moverse.

- Como veis, es imposible que haya subido nadie por aquí [Dijo serio].

- Lo único que podemos hacer es que dos de nosotros suban y uno se quede aquí por si baja. [Dijo Salva].

- Lo veo bien. Juan y tú podéis subir. Luis y yo esperaremos aquí. [Contesté]. Cualquier cosa rara que veáis, por favor, avisadnos.

- esta bien. Pero por favor Pedro, lleva cuidado… [Dijo Manuel]. Intentare grabar de nuevo.

- Vamos a ello [Dijo Salva respirando hondo].

Salva y Manuel subían lentamente por las escaleras. Se escuchaba a Juan quejarse porque la cámara hacia interferencias otra vez y no se veía bien la pantalla.

- Pedro, creo que deberías ver esto. [Grito Salva desde el piso de arriba].

Velozmente subí para ver de qué se trataba.

Al llegar, Manuel y Salva estaban frente a la puerta de nuestra habitación, que se encontraba abierta y al entrar pude ver claramente nuestras mochilas bien colocadas en el cuarto.

Las Abrimos y comenzamos a mirar por si nos habían robado algo, pero no era así.

- A ver si me aclaro. Un hombre se ha hecho pasar por botones y nos ha traído las mochilas hasta la habitación utilizando un ascensor que no funciona. ¿Estoy en lo cierto? [Pregunte aún absorto].

-Eso parece…. [Respondió Manuel].

No había por donde coger aquello. Cada cosa que pasaba era más rara que la anterior.

- Luis, ¿Nos podríamos alojar en otra habitación? Es que ya no me siento cómodo sabiendo que ha estado aquí. [Dijo Salva].

- Por supuesto, no hay ningún problema. Yo me encargare de averiguar quien era ese hombre. [Respondió Luis].

Luis bajó y al rato volvió con una llave en la mano.

- Seguidme a vuestra nueva habitación. [Dijo Luis mientras avanzaba].

Lo seguimos, tensos, por esos pasillos oscuros, hasta pararnos frente a una puerta cuyo número era el 101.

Una vez acomodados en nuestra nueva habitación, nos miramos con esa cara de incertidumbre que se te queda al no entender lo que ocurre.

- Bueno, ha sido algo raro, pero habrá alguna explicación. [Dije sentándome en la cama].

- Seguro que si, además, hemos venido a desconectar. [Añadió Salva].

- Tienes razón, Salva. [Prosiguió Manuel]. Lo mejor será que descansemos. Han sido muchas horas circulando con el coche.

En ese momento, se escuchó como toqueteaban el picaporte acompañado de la risa de unos niños.

Decidí abrir la puerta pero ya no estaban. Su risa parecía alejarse con el viento hasta desaparecer por completo.

Cuando iba a cerrar, observé unas huellas de niño húmedas en el suelo en dirección a nuestra puerta.

Mi sorpresa fue mayúscula cuando las pisadas comenzaron a avanzar, pasado por mi lado, hasta el centro de  la habitación.

Se pararon junto a Manuel y Salvan, que se encontraban observando la escena estupefactos.
           
Las húmedas pisadas se juntaron y comenzó a brotar agua de ellas. Esta, poco a poco, iba tomando forma humana.

No me lo podía creer. Ante nuestros ojos había un niño hecho de agua, completamente inmóvil.

Este pegó un grito que nos sobresaltó y se deshizo encharcando la habitación y dejándonos a los tres al borde del infarto.

- No se vosotros, pero prefiero marcharme de aquí. [Dije con cierto temor].

- Vamos a coger las cosas y marchémonos de aquí porque no me gusta este sitio. [Dijo Manuel cogiendo sus cosas].

- A mi tampoco… [Dijo Salva sentado en la cama con la mirada perdida].

Cuando nos disponíamos a salir, volví la vista atrás. Salva seguía sentado en la cama con la mirada perdida, hasta que, de pronto, me miró.

- Marchaos… [Dijo mirándome fijamente].

Me quedé atónito. Su cara era la de otra persona. No era Salva ¿Cómo era eso posible? ¿Dónde estaba Salva?

Manuel me engancho del brazo y corrimos todo lo posible.

Descendimos dos pisos hasta el hall del hotel donde me paré en seco. Habíamos bajado dos pisos ¿Cómo era posible si estábamos en un primero?

Para colmo, nos encontramos, justo de frente a Salva, con cierto gesto de cansancio.

- ¿Cómo has llegado tan rápido? [Preguntó intrigado Manuel].

- No lo se. Iba detrás de vosotros y de repente… desaparecisteis… [Contestó Salva].

- Bueno, mejor vayámonos cuanto antes. [Dije avanzando].

Salimos al exterior y llevamos las mochilas al coche. Lo que más llamaba la atención era la calma. No había nadie.

Nos montamos en el coche y cuando íbamos a arrancar, una luz azul apareció detrás de nosotros.

Era una moto de policía que se acercó y tocó en la ventanilla del conductor.

- Buenas noches agente ¿Ocurre algo? [Pregunté tras bajar la ventanilla].

- Quería saber que están haciendo en esta zona a estas horas de la madrugada. [Dijo el agente mirándonos a todos].

- Hemos salido del hotel, por motivos personales.

No le podía decir que habíamos salido corriendo porque unos fantasmas nos habían atormentado en la habitación, sería el hazmerreír.

- ¿Del hotel? ¿Te estás riendo de mí? [Preguntó cabreado]. Bajad del vehículo y venid conmigo.

Bajamos los tres y lo seguimos.

- ¿Es este vuestro hotel? [Dijo señalando].

No lo podía creer. Estaba completamente derruido ¿Cómo era esto posible? No hacía ni cinco minutos que estábamos ahí dentro y ahora parecía llevar décadas cerrado.

- Veo que tenías razón en lo que me dijiste, Pedro. [Dijo Salva mirando los escombros]. No hay final para el misterio…

sábado, 26 de abril de 2014

Baño nocturno




Agosto 2011

¿Quién no recuerda los días de verano? El mar, los amigos, los amores...

Es el momento de coger una vela y, con el siniestro contoneo de su llama, dejarte guiar por esta historia aterradora.

Era una noche calurosa de verano. Estaba demasiado aburrido en casa, a si que decidí llamar a unos amigos de la zona.

Quedamos en ir la playa para bañarnos y, pese a que no me hacía mucha ilusión meterme en el agua de noche, debido a que no ves lo que hay a tu alrededor, tuve que acceder porque no había un plan mejor y porque quería ver a Paula.

El grupo lo formábamos cuatro personas; Paula B. Lajarín, chica con la que tuve un romance aquél verano;  Claudia G. Martínez, la mejor amiga de Paula; Antonio C. Guzmán Amigo insoportable de ambas; y yo, pero creo que, a estas alturas, no necesito presentación. 

- Buenas noches. [Dije a los tres]. ¿Qué tal estáis?

- Genial. [Dijo Claudia].

- Y ahora mucho mejor. [Dijo Paula en voz baja].

Todos la miraron sorprendidos por le comentario y esta agachó la cabeza sonrojada. Ninguno sabía lo que ocurría entre los dos.

Tras llegar a la playa, posamos las toallas en el suelo, nos sentamos y comenzamos a charlar.

Como toda conversación entre personas, el tema iba cambiando de forma constante.

No se su fue por la oscuridad, el silencio o el simple aburrimiento, pero acabamos hablando de fantasmas.

Era un tema que principalmente me interesaba mucho, pero solo lo hablaba con ciertas personas, ya que enseguida tachan a uno de loco.

Antonio, sacó el móvil y nos mostró una supuesta foto real de un espíritu en la misma playa en la que estábamos. De pronto comenzó a reírse de nosotros y nos confesó que la había trucado el.

Eso era algo que yo no aguantaba, pero preferí ignorarlo y me fui a pasear por la orilla con Paula.

- ¿Aún no le has contado a tus amigos que estamos juntos? [Pregunté].

- No he podido Pedro. [Respondió triste]. Claudia lo acabaría contando por ahí y Antonio está enamorado de mí…

- ¿Y no crees que el hecho de que estemos paseando por aquí solos les va a hacer sospechar?

- Creo que tienes razón. Mejor será que volvamos.

Cuando estábamos llegando hasta ellos, volví a acordarme de de la broma de Antonio y preferí irme al agua.

Esto fue algo que lamentaré toda mi vida.

Empecé a notar pequeñas corrientes de agua helada a mí alrededor. Estiré brazo justo donde notaba la corriente y tras unos instantes note como algo chocaba con mi mano. Comencé a palpar el objeto mientras el corazón me iba latiendo con más fuerza. Tras unos instantes supe perfectamente lo que era. Se trataba de una mano humana.

Me dispuse a apartarme rápidamente, pero se cerró con fuerza y comenzó a tirar de mí. Mis amigos acudieron al ver como me iba hundiendo e intentaron sacarme amarrándome de la otra.

Noté como mi mano se resbalo entre las de mis amigos y me hundí rápidamente.

Abrí los ojos y contemplé, de manera borrosa  debido al agua salada, lo que parecía ser una mujer con los ojos amarillos y muy brillantes.

Me miraba intrigada, como si quisiera reconocer milímetro a milímetro mi rostro.

El oxigeno me faltaba y los ojos, poco a poco, se me cerraban. No me quedó otra más que aceptar mi final, así que dejé de oponer resistencia.

Rápidamente me soltó y pude salir lo más rápido que pude hasta la orilla donde estaban Laura y Paula, que intentaban que saliera rápido de allí y así lo hice. Salimos corriendo hacia la calle, pero a mitad me paré al percatarme que Antonio no estaba, por lo que me giré y miré de nuevo al agua.

Se encontraba en la orilla, con el agua por los tobillos, mientras me miraba fijamente. Sus ojos se tornaron de un color amarillo muy brillante, como los de la mujer del agua. En ese momento me dijo algo que me hizo comprenderlo todo.

“Jamás te burles de los espíritus. Pese a que creas que estás solo, siempre estamos acechando”.                                                                                           

sábado, 19 de abril de 2014

No la mires a los ojos



Diciembre 2017

A todos nos han contado historias sobre objetos supuestamente malditos que han llevado a la desgracia a los que lo poseen.

Siempre había pensado que eso era producto de la imaginación de la gente, pero, por desgracia, me equivocaba.

Es el momento de coger una vela y, con el siniestro contoneo de su llama, dejarte guiar por esta historia aterradora.

Todo ocurrió un fin de semana de 2017. Me encontraba junto a María, mi pareja,  en  una exposición de arte de la ciudad.

He de admitir que a mi no me entusiasmaba mucho aquél mundillo, pero, por el contrario, a María le encantaba.

Tras un rato paseando y observando detenidamente los cuadros, me encontré uno, escondido en un rincón de la sala.

Parecía el retrato de una chica, pero, lo extraño era que tenía la zona de los ojos cubierta con una tela.

- ¿Por qué está este aquí? [Pregunté intrigado].

- Es posible que se haya estropeado. [Contestó María].

Antes de que pudiese tocarlo, apareció, de la nada, el dueño de la exposición.

- Mi nombre es Carlos. [Dijo estrechándome la mano]. Ese cuadro no está roto, simplemente se ha quitado de la exposición.

- Yo soy Pedro y esta es mi pareja, María. El cuadro parece muy bueno. Lo que no entiendo es el vendaje en los ojos.

Cogió el cuadro, le quitó la venda y me lo mostró. Los ojos eran de un azul intenso y no podía dejar de mirarlos.

- ¿Le gusta? [Preguntó el dueño].

- Por supuesto.

- Pues se lo regalo. Es suyo.

- ¿En serio? [Pregunté estupefacto].

- Por supuesto. Va a ser retirado y prefiero que se lo quede alguien que sepa apreciarlo.       

Nos marchamos de la exposición y fuimos a casa.

- Este cuadro es increíble. [Dijo María sin quitarle la vista de encima]. Lo colocaremos en el salón.

Jamás pude llegar a pensar que esta elección cambiaría nuestras vidas para siempre.

Desperté al escuchar un llanto de mujer que parecía provenir del salón.

Miré el reloj y vi que marcaba las seis de la mañana.

Me giré y comprobé atónito que María estaba a mi lado. Entonces ¿Quién demonios estaba llorando?

Avancé por el pasillo mientras oía más fuerte el llanto. Cuando llegué al comedor, este cesó por completo.

- Me estoy volviendo loco. [Dije para mí].

- Ayúdame. [Dijo una voz femenina]. Necesito salir.

Ahí estaba, frente a mi, inmóvil cual estatua.

- ¿Quién eres tú?

- Eso ahora no importa. Necesito escapar de aquí. Llevo veinte años encerrada en este maldito cuadro.

- ¿Cómo puedo ayudarte?
- Mírame a los ojos… [Dijo señalando al cuadro].

- ¿Qué me ocurrirá a mí si lo hago?

- ¡HAZLO! [Gritó ignorando mi pregunta].                   

- ¡NO!

Gritó y se abalanzó sobre mí haciéndome caer al suelo inconsciente.

Cuando abrí los ojos, vi un fogonazo de luz acompañado de un grito. Sin duda se trataba de María.

Apenas podía ver bien, pero, de manera borrosa, observé a una figura humana acercarse.

- ¿María?  

- Tarde o temprano alguien acaba mirando…

Escuché petrificado sus pasos alejándose y como salía por la puerta.

Me incorporé como pude y me acerqué al cuadro.

No podía creer lo que estaba viendo. El paisaje era el mismo, pero, ya no estaba la chica rubia de ojos azules. En su lugar, estaba María…

Durante días estuve mirando su retrato fijamente, esperando… esperando una señal que nunca llegó.

Continuará…

sábado, 5 de abril de 2014

Esto no es un juego



Febrero 2013

¿Quién no se ha preguntado alguna vez qué es lo que hay después de la muerte? Otra forma de vida… oscuridad… silencio…

Por desgracia es algo que solo se sabe al final del camino. Yo, personalmente, prefiero creer que hay algo más y que la vida después de la vida es posible.

Es el momento de coger una vela y, con el siniestro contoneo de su llama, dejarte guiar por esta historia aterradora.

Todo comenzó un domingo por la noche. Me encontraba viendo Cuarto Milenio. En el programa de ese día estaban hablando sobre la ouija y sus consecuencias.

Creo que a todos nos ha picado la curiosidad y hemos querido conocer ese extraño artilugio capaz, según algunos, de comunicarnos con el más allá.

Mi amigo Manuel, que se encontraba viendo también el programa en su casa, comenzó a hablar conmigo por whatsapp.

- Estás viendo el programa ¿verdad, Pedro?

- Por supuesto. Está muy interesante.

- A mí siempre me ha picado la curiosidad. Creo que deberíamos hacerla un día.

- Ya le he hecho varias veces y es muy peligroso. Si la hacemos tiene que ser con gente seria.

- Eso no lo dudes.

- Pues esta semana lo vamos organizando para el fin de semana que viene.

- Perfecto. Hasta mañana, pedro.

-  Hasta mañana.

Estuvimos hablando todas las tardes hasta que, por fin, ese viernes ya estaba todo preparado.

Nos habíamos juntado cuatro; Manuel Paredes, gran amigo de clase, Antonio Hernández y Jesús Díaz, amigos de Manuel que no conocía de nada y yo.

Por miedo, nadie quería hacerla en su casa, por lo que decidimos colarnos en una casa abandonada.

Entramos en completo silencio y fuimos inspeccionando las habitaciones para ver que no había nadie.

Una tenía la ventana hacia la puerta principal, por lo que la elegimos para vigilar por si venía la policía.

- Nada de risas [Dije serio]. Las normas son las siguientes. El dedo no se levanta del vaso hasta que el espíritu lo diga, las preguntas se harán por turnos y de manera educada ¿Alguna duda?   

Los tres negaron con la cabeza.

Nos sentamos en círculo, en el suelo, y pusimos el tablero en el centro. Colocamos el vaso y, sobre este, nuestros dedo índice.

- ¿Hay alguien ahí? [Pregunté seriamente].

Tras esta pregunta, comencé a notar el cristal caliente y fue directo al si.

- Habéis sido vosotros. [Dijo  Antonio].

- Se ha notado mucho [Dijo Jesús entre risas].

-Si vais a empezar así mejor lo dejamos [Contesté cabreado].

Ambos se callaron al instante.

- Antes de seguir, si te es molesta la presencia de alguno de nosotros, por favor, dínoslo y se marchará.

En ese momento, el vaso volvió a moverse.

- M… a… n… u… e… l… y…P… e… d… r… o…  Manuel, tenemos que abandonar la sesión y dejarlos a ellos. [Dije levantándome de la mesa].

Salimos a la calle y nos quedamos asomados a la ventana, protegida con barrotes, viendo a Antonio y Jesús.

La puerta de la habitación se cerró de manera repentina, sobresaltándonos y comenzando así lo peor.

Gritaron y se levantaron rápidamente  para intentar escapar, sin éxito.   

El tablero comenzó a elevarse y salió proyectado contra la pared. Fuera lo que fuera, no estaba contento.

Antonio, comenzó a levitar como si alguien le enganchara del cuello y lo deslizaba por la pared.

Jesús comenzó a golpear la puerta para intentar salir, pero no surgía ningún efecto, por lo que se acercó hasta la ventana para pedirnos ayuda.

Intentamos  volver a entrar, pero era impasible. No había forma posible.

De pronto, una luz que provenía del interior de la casa, nos cegó completamente.

Cuando se apagó y pudimos ver mejor, como si de un castillo de naipes se tratara, la casa se derrumbó.

Ambos nos quedamos petrificados, pero, más aún, cuando descubrimos entre el escombro el tablero de ouija y, al darle la vuelta, comprobamos que llevaba escrita una frase que nunca olvidaré.

“Esto no es un juego”